Quién nos lo iba a decir! Resulta que la Guardia Civil anda realizando patrullas por el levante español a causa de una epidemia de robos en el campo. ¿De azafrán? Pues, no, de algarrobas. Repetimos el quién nos lo iba decir, porque la algarroba debía de ser la comida preferida por los caballos, ya que los cocheros de las paradas les ponían a sus rocinantes unas cuantas algarrobas mezcladas con la paja, mientras esperaban clientela.

Las paradas más conocidas y céntricas -que funcionaron hasta hace unos cincuenta años- estaban en la Puerta de Purchena esquina a Obispo Orberá y en la Plaza del Marqués de Heredia que, debido precisamente a la presencia de los coches de caballos, dio el vulgo en llamar "plaza de los Burros", confusión propia de quien no distingue una caballa de un atún.

Lo sabemos fehacientemente porque los chiquillos aprovechábamos algún despiste del cochero para meter la mano en la bolsa que estaba colgada del cuello del jamelgo y mangar alguna algarroba. No era gran cosa, pero el sabor era dulce, estaba crujiente y los tiempos no estaban para desperdiciar nada. Por cierto, en aquellos tiempos corría el rumor de que los chocolates más populares (Quitín Nogueroles y Tárraga) tenían una alta proporción de algarroba en su composición. El caso es que se desmoronaba al morderlo, debía de tener poco cacao y manteca. Pues bueno, lo que entonces nos parecía un engaño, ahora es una ventaja: la harina de algarroba tiene color, textura y sabor parecidos al cacao, con la ventaja de tener muy poca grasa, muchísima fibra y nada de colesterol. Y encima no hay que ir al Caribe o a África a recolectarlo, tostarlo, fermentarlo, separar la grasa, etcétera. Debido a eso, y a que en muchos países se está utilizando bastante, su precio se ha multiplicado por cuatro o cinco.

No es que haya alcanzado el precio del cacao, ni mucho menos el del azafrán, pero se ve que ya es rentable para los cacos. Nos ha pillado más de sorpresa, no solo debido a nuestra referida experiencia infantil, sino porque nos enteramos de que en ricos países como EE.UU., Reino Unido, Australia o Japón, la harina de algarroba se suele utilizar como sustituto del cacao en productos de pastelería, helados, salsas y bebidas. Va a resultar que teníamos caviar a la puerta de la casa (o al menos en el bancal de al lado) y, en nuestra sobresaliente ignorancia, lo seguimos utilizando actualmente solo para piensos del ganado, como aquellos antediluvianos cocheros de punto.

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