¿Celos yo?

Hoy día los celos cotizan a la baja. La sociedad nos obliga a no ser celosos. ¿Pero es esto posible?

Ahora La idea de esta columna me la aportó no hace mucho un paciente. El señor, que dejaba atrás un episodio depresivo importante, me lanzó una pregunta: ¿Es normal que tenga celos de mi mujer? Claro, así en frío, contesté con un "depende de cómo sean los celos". Y gané unos segundos cruciales que aproveché para organizar una respuesta más desarrollada y sobre todo más terapéutica.

Vivimos en una sociedad tan vinculada a los medios de comunicación que es fácil distorsionar algunos conceptos. La respuesta común hoy día sería que no, que uno no puede tener celos de su pareja puesto que esto implica desconfiar de ella (o él) y coartar su libertad. No faltaría el youtuber que añadiera que sentir celos es propio de personas inseguras y que, por tanto, nosotros (que somos sobrehumanos y capaces de todo con sólo visualizarlo) debemos erradicarlos. Creo que muchos sentirán alivio cuando afirme categóricamente que ambas posturas son una solemne estupidez. Los celos son completamente normales y cumplen su función en cualquier relación. Desde un punto de vista evolutivo permiten retener a la pareja en el lugar adecuado y maximizar las posibilidades de que la descendencia es propia y se desarrolla con éxito. El mono confía más en que los monillos son suyos y la mona se asegura de que el mono no se anda por las ramas con otra. Más o menos.

Pero como ya hace tiempo que dejamos (la mayoría) de ser monos los celos cumplen más funciones. Hacen al otro deseable y pueden constituir un signo de alerta temprana; en ausencia absoluta de celos cabría preguntarse en qué punto está el proyecto común compartido.

Entonces ¿cuándo constituyen un problema? Con respecto a los "celos de andar por casa" no hay un criterio general. Podría decirse que los límites los definen cada pareja. En el momento en que alguno sienta malestar con la actitud del otro comenzamos a rebasar la línea roja.

Por otro lado existen los celópatas. Aquí ya entramos en el terreno del trastorno mental. Estos pacientes pueden llegar a configurar magnos sistemas delirantes en los que cualquier signo se interpreta erróneamente y se atribuye cualquier movimiento del otro a una probada infidelidad. Pero esto, ciertamente, es muy poco frecuente. Cerramos aclarando que la intención no es, obviamente, promover los celos pero sí normalizarlos en su justa medida. Porque como reza el refranillo: "Amor sin celos no lo dan los cielos".

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