Desayuno con diamantes

José Fernando Pérez

Cenicienta

Al final vuelven a nacer motivos para creer, para confiar y para crecer juntos

Estoicismo de salón alejado del mundano. La integración de los sistemas de información, la digitalización, el big data y todo la galaxia del doble check azul lleva hasta realidades, viveros donde pueden surgir si se sabe regar con el rocío adecuado, la semilla que todos llevamos dentro y no terminar como un corcusido sin valor.

Ver más allá de lo que tenemos delante; dirigir la mirada hacia la Luna y no al dedo, consigue con poco regurgitar y remover la masa encefálica, reestablecer adecuadamente las sinapsis neuronales abotargadas y dar forma en la marmita de poción a un sinfín de realidades que podemos amasar.

No estaba oculto ni entre las sombras, sino que agradecida y disponible para aquel que lo viera abandona la "toga pretexta". Simplemente había que escuchar y como el zapato del cuento, encajó en el pie adecuado.

Se hizo el traje a la medida y forma, cuestión que obligatoriamente se traduce en una realidad inexcusable, dadivosa en la forma, sufrida en las carnes.

Un aleteo de mariposa es capaz de provocar un tsunami en otras latitudes. Cuando la Cenicienta del siglo XXI es esa mujer capaz, callada y singular que es capaz de abstraerse de una realidad que la abotarga y desarrollar, estrellándose contra el calendario, las cuentas en las nubes y el lenguaje binario como recadero.

Al final vuelven a nacer motivos para creer, para confiar y para crecer juntos, apostando en el tremendo juego del azar que supone la integración de un grupo humano que cree en él, que no abandona a los suyos y que vuelca el esfuerzo en la mejora del continuo y, sin buscar el agradecimiento, es capaz de desenterrar un trozo de Luna para que brille con la nitidez que le correspondía.

Es la entrada de un avispero, pero el lápiz volvió a realizar el trazo adecuado y subrayó en los campos yermos que tenemos todos dentro, adoquines que había que pisar y no lanzar, que sirven para construir y no para mortificar lo hecho.

Es el tiempo y tu camino, Cenicienta, el que marcas . La ventana que se abre tras la puerta que se cierra, pues los sueños pueden pasear por cualquier acera, a cualquier hora y en cualquier lugar.

Momento del centiloquio, paradigma que no tiene sordina porque puede crecer libre, ahora sí.

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