Cerro de San Cristóbal, desidia y olvido

Las autoridades, de uno y otro signo, llevan décadas descuidando nuestro patrimonio

El paseo transcurre tranquilo bajo una mañana nubosa. Una fina brisa de otoño llega desde poniente, fría y húmeda. El centro de Almería va adquiriendo el característico pulso de los sábados. Las arterias se llenan de vehículos y paseantes. En los bares se sirve café y en los comercios se despacha la mercancía necesaria para terminar la semana.

Encarando la calle Antonio Vico pronto dejamos atrás la Puerta de Purchena. Si se presta atención aún perdura el eco de su antiguo nombre árabe (puerta de Pechina). Cuentan diferentes historias sobre el cambio de topónimo; la más creíble resulta la de una confusión a oídos cristianos del nombre que se acuñó en la época califal. A escasos metros del corazón de la ciudad se palpa la metamorfosis de nuestra urbe. De un centro limpio y ordenado pasamos a una zona de vertidos y miseria. Una vez situados en el cerro de la Almudena, rebautizado de San Cristóbal, podemos disfrutar de los últimos restos que quedan del muro que perimetraba la medina árabe. En 1856, al grito de "abajo las murallas" se derribaron las fortificaciones que dificultaban, según criterios del momento, la expansión urbanística. Actualmente queda en pie tan solo una de las 5 puertas que flanqueaban el paso a viajeros y comerciantes. Situarse bajo ella resulta a la par sobrecogedor y deprimente. La primera sensación te aborda cuando uno piensa que mil años contemplan esos muros, la siguiente te acecha cuando ves las cientas de "litronas" que hay estrelladas contra ellos y los grafitis que mancillan unas piedras que nadie cuida. Al observador que prosiga pronto le saldrán al paso los restos de unas estructuras de planta rectangular. Estas constituyeron los cimientos de un campamento militar instalado hace 900 años para asediar la Alcazaba. Nuevamente la desidia impera en el paisaje. Nada ni nadie protege este legado. Las latas tiradas por el suelo se combinan en una suerte de caleidoscopio guarro con deshechos procedente del cultivo de marihuana y montañitas del hormigón que debió sobrar en muchas obras cualesquiera.

Así, aunque la Alcazaba y la Hoya lucen hoy más bonitas, hay que decirlo, tenemos aún muchos enclaves de nuestra historia local completamente abandonadas. Las autoridades, de uno y otro signo, llevan décadas jugando al "tú la llevas". Me resulta difícil de comprender puesto que si no respetamos nuestro pasado difícilmente gozaremos de un buen futuro.

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