Chaplinistas

Los partidos han dejado de necesitar el perfil de las personas que los fundaron. Ahora solo necesitan vendedores

Hubo un tiempo en el que Charles Chaplin era tan famoso que surgió una generación de imitadores, los " Chaplinistas", que se ganaban la vida imitando al actor. Por eso a menudo surgían concursos: para generar premios sobre su figura. En una ocasión, el auténtico Chaplin se sintió tentado a participar de incognito en uno de ellos, pero nunca imaginó el triste resultado obtenido: no llegó a la final y fue el último de su grupo. Y eso se convirtió en una anécdota muy comentada entonces, en 1915. No obstante, este comportamiento humano se puede extrapolar al momento presente. Al menos yo le veo una similitud. La cultura absorbe tanto a los productos culturales que los termina transformando, perdiendo la esencia original. Es más, llegado el momento llegan a ser productos distintos. Existen tantas suspicacias y prejuicios, entre los receptores, que los hedonismos absorben y desvían los productos hacia su zona de confort para duplicarlos. Y esto se aplica a la cultura en general. Véase la política por ejemplo: se ha desvirtuado tanto el discurso sobre la honestidad que ya es imposible creer a una persona honesta. Si un ciudadano va a un partido a colaborar de verdad para mejorar su entorno es rechazado por tomar su discurso como falso, tan falso como el de los hipócritas que acceden a ese sector para beneficiarse, lo cual es muy injusto. Si hoy día resucitaran los líderes históricos de las diferentes ideologías y fuesen a pedir su lugar a los partidos actuales serían rechazados al instante por resultarles repetitivos, quiméricos, vulgares y mesiánicos; nada atractivos para el aparato de un partido reclutador de vendedores y redes clientelares. Tristemente las ideologías han perdido su esencia, como así lo hicieron los "Chaplinistas", cuando Chaplin se llevó aquella terrible decepción. La honestidad y el criterio de verdad han dejado de ser válidos. Y por ello al igual que el pueblo ha perdido la confianza en la clase política, la clase política también ha perdido la confianza en el pueblo; no necesita personas sinceras ni dispuestas a trabajar por el bien común, solo operarios de las apariencias y la imagen social para mantener la imagen pública de las siglas. Y esto es lo preocupante: los partidos han dejado de necesitar el perfil de las personas que los fundaron. Esto es una circunstancia muy surrealista que me da pánico. Me sorprende negativamente.

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