El Club de los Búfalos Mojados

Lo que ocurrió en Washington sobrepasa todo lo que podríamos haber imaginado

Un año que empieza con un chiflado con cuernos de bisonte haciéndose un selfie en la tribuna del Congreso norteamericano, mientras una turba de fanáticos se dedica a arrasar el Capitolio para interrumpir la sesión de investidura de un nuevo presidente, es un año que promete sorpresas morrocotudas. ¿Cuánto han tardado en desvanecerse las ilusiones que nos hicimos esta Nochevieja? ¿Seis días? Si no recuerdo mal, Pedro Picapiedra y su amigo Pablo Mármol pertenecían al Club de los Búfalos Mojados, a cuyas reuniones tenían que acudir con un ostentoso tocado de búfalo en la cabeza. Fue lo primero que se me ocurrió cuando vi a aquel chiflado en la tribuna del Capitolio. "Dios santo, un freaky del Club de los Búfalos Mojados parece ser el líder de una revuelta de pirados que creen que la Tierra no es redonda y que las vacunas contra el Covid nos convertirán en alienígenas reptilianos". Por supuesto que el asunto es muy serio y da mucho miedo, pero no podemos negar la dimensión llamémosla escenográfica de este asalto al Congreso (en el que murieron cinco personas, por cierto, cuatro asaltantes y un policía). Mientras veía las imágenes me preguntaba qué director de cine podría haber imaginado un hecho así. ¿Wes Anderson? No, los friquis de Wes Anderson no son de este tipo. ¿Y David Lynch? Tampoco, sus personajes carecen de esa faceta grotesca. ¿Jean Pierre Jeunet, que rodó Delicatessen? No, no, el tipo de los cuernos de bisonte no encajaría en el delirante gótico neorralista de Jeunet. ¿Tim Burton? Quizá, pero decididamente no es su estilo. ¿Y los hermanos Cohen? Pudiera ser -la atmósfera moral de Fargo es lo que más se acerca a lo que ocurrió en Washington-, pero me temo que los Cohen no se habrían atrevido a llegar tan lejos.

No, no, lo que ocurrió hace dos días en Washington sobrepasa cualquier cosa que pudiéramos haber imaginado. Y eso que había indicios de que algo así iba a suceder tarde o temprano. El odio político, el desprecio a las instituciones, el uso tóxico de la mentira -y no sólo por parte de Trump, sino también por parte de los extremistas antifas o del Black Lives Matter- estaban preparando el terreno para una cosa así. Y ahora nos reímos, sí, pero las consecuencias de lo que ha pasado, en medio de una pandemia y con la economía casi destruida en medio mundo, nos van a salir muy caras.

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