Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Coces festivas al estudio

Se estimula a los jóvenes alumnos a festejar y se los desincentiva del estudio en el crucial tramo final

Para un lector de diarios al que le gusta confirmar sus ideas, un buen columnista es aquel que le dice lo que quiere leer: lo suyo es el traje prêt-à-porter intelectual servido en cápsulas previsibles, y llamará "coherencia" a las orejeras ideológicas y el erre que erre. Para los que aprecian la crítica como exigencia para progresar personalmente, el columnista tocanarices, el pepitogrillo de los dos o tres párrafos, es más atractivo, aun siendo más errático. Hablamos de un lector o lectora que analiza y moldea su realidad tanto como su vestimenta: a ser posible, a la medida, o sea, con las orejas y los ojos abiertos, nada de orejeras. Largo ha quedado este introito para no decir ahora algo inconveniente para más de uno.

Hablo para los sevillanos que están en plena Feria, para los gaditanos que empezaron con el carnaval, para los jerezanos que se les viene una de sus dos ferias, para los cordobeses y granadinos con patios y cruces, para los onubenses y el universo rociero; todo ello Semana Santa aparte, o mejor, además y encima: es un contradiós para la educación o formación de los niños y jóvenes que llenemos de fiestas -¡y las alarguemos!- estas semanas previas al fin de curso de quienes van a Selectividad o tienen necesitan continuidad en su proceso de aprendizaje de lectura, por escoger dos extremos del continuo formativo. Son parones de a veces tres semanas mal contadas, entre la Pasión y Pascua y sus pasos, las ferias locales y los puentes, uno o dos. Como Sísifo tirando otra vez la piedra hacia abajo de la ladera, como ir subiendo un sendero hasta la cima de un monte exigente y parar varias veces a hasta enfriarse.

Así es para la mayoría. Quizá su hijo, enhorabuena, es una fiera de los libros y el estudio. Digno de gran regocijo parental. Ojalá siga siempre así y su brillantez escolar se traduzca en éxitos vitales futuros. Pero aun para esta cola de la distribución (la otra cola es la de los suspendedores natos; el centro normal es de eso, de los normales), los parones son insensatos. Porque quién le impone hoy a un chaval de 14 o 20 años que no viva su fiesta: es como haberle puesto los famosos caramelos de la puerta del colegio a un niño de la Transición (todavía nos ilusionaba un pictolín o solano). Los ingresos municipales mandan, y el maná con poca proteína del turismo, no digamos. Pero está mal programado el jopeo y el esparcimiento de bailar y beber. No viene bien a los estudiantes. Y tampoco al píloro, la cartera y hasta para la estabilidad de la pareja.

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