Comidas de Navidad

La celebración genuina de la Navidad se desvirtúa cuando se convierte en excusa a propósito para la aparatosidad

Las comidas de Navidad han pasado, de costumbre arraigada y excusa para variopintos propó-sitos, a estipulación laboral, retribución en especie o derecho adquirido; porque litigios hay, en los tribunales, sobre la suspensión de la comida navideña por empresarios con estreches y de-manda de los empleados para recuperar y que no se elimine esa bonificación laboral. Aunque las resoluciones judiciales dependen no pocas veces de las puñetas que las despachan, uno de esos pleitos ha dado la razón a los demandantes, aunque no parece que la sentencia entre en el menú con que el empresario deba resarcir a los trabajadores afectados por tal atropello. La celebración de la Navidad -cada año solo hay una y no muchas Navidades-, asimilada al solsticio o a las fiestas de invierno cuando no se prefiere su sentido originario, ha dejado de ser una celebración hogareña y familiar para convertirse en expresión pública de una fiesta social extremada, gastosa y bastante más impuesta y artificiosa que natural. Por eso en las comidas entre amigos, compañeros de trabajo o familia extendida caben tantas venturas como desventu-ras, con el hilo musical de los villancicos. Si en el grupo reunido en torno a la mesa se dan rela-ciones jerárquicas, esta informalidad festiva, como excepción ocasional, pone en riesgo tanto a jefes como subordinados, en una representación un tanto teatral, sin guion, improvisada, pro-clive al desahogo cuando además el trasiego rompe la inhibición. Por eso la fiesta suele comen-zar cuando el jefe excusa su ausencia y se marcha. Aun así, el carácter extraordinario de la fiesta trae de suyo, para no pocos, cierta dispensa en sus maneras de obrar y comportarse, estimula-dos por expectativas que imaginan posibles de satisfacer en el descolocado curso de la sobreme-sa que alcanza la madrugada. Qué pase o qué se diga el día después es entonces lo de menos porque la normalidad puede con todo lo que, de manera tan artificial, solo perturba con el des-ajuste de la sorpresa, esa que dan quienes no parecen capaces de las extroversiones festivas. En fin, siendo la Navidad una genuina celebración más propia de puertas adentro, suele exte-riorizarse como una aparatosidad que la desvirtúa, Aunque la redes se enreden y los chats del WhatsApp se colmen de mensajes tiernos o de vídeos emotivos, efímeros y desacostumbrados a los pocos días, como esa sensación de estar a destiempo, de inoportunidad, que provocan las luces urbanas de la fiesta cuando tardan en retirarse.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios