Comisión para todos

A enfangar se ha dicho, la nada personificada. Y es que sería la primera vez en la historia que el poder se autodestruye

Este opinario semanal retoma hoy la senda para hablar de la profesión más antigua del mundo. Piensen bien, o, si lo desean, permítanse la licencia de retozar libres con sus pensamientos. Pero hablamos de política. Y en una suerte de tutti frutti discursivo, somos tan atrevidos o ignorantes que la mezclaremos con algo tan serio, para algunos, como es la educación. Agua y aceite, dirían algunos. Resulta que entre los tejemanejes de Ciudadanos aparece ahora, tras los primeros escarceos de la legislatura y el ninguneo murciano, la famosa comisión de investigación de la financiación del Partido Popular. Condición en los pactos de investidura, ha conseguido ser arrinconada hasta la fecha por Rajoy, de sus prioridades, que no de sus preocupaciones. Don Mariano, ambivalente hasta el hartazgo, y más en estas cuitas, quiso marcarse esta semana en la sesión del Congreso una verónica a costa del señor Rivera. Éste último, que durante tiempo ha llegado a aceptar -con resignación, o inteligencia- su condición de banderillero del gobierno, parece ser que lo de la cornamenta no lo lleva tan bien, y no tardó ni medio día para enrolarse con el partido de Iglesias y el partido de …, bueno, el PSOE, y presentar una petición conjunta de puesta en marcha de la promesa que los peperos incumplieron. Y, ¿cómo se tomó dicho gesto el partido azul de los charranes? Pues pataleta de colegio orquestada con malicia. O sea, y traducido al lenguaje "adulto", ofensiva estratégica para restar fuerza a la iniciativa de la entente multicolor republicana. Pica en mano, se plantó el portavoz Rafael Hernando en el Senado, todo "esaborío" y resabiado -y es que fueron desterrados del Congreso a este fin-, como al púber que quitan la piruleta, y presenta otra petición de comisión para investigar la financiación, pero de todos los partidos políticos. A enfangar se ha dicho, cantos de sirena, la nada personificada. Y es que sería la primera vez en la historia que el poder se autodestruye.

Mientras acontecía lo anterior, en la calle tenía lugar la huelga educativa, solicitando, entre otras, un pacto educativo social y no político. Cuánta razón tenían. Pacto social, no político. Porque, oigan, si quien tiene que alcanzar en nuestro país el -a todas luces- necesario acuerdo por la educación son las ilustres señorías que protagonizan esas estampas colegiales, a cubierto se ha dicho.

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