Comparaciones odiosas

Las comparaciones son odiosas, pero situaciones hay en las que se añoran los términos de la comparación

Las comparaciones son odiosas, así se escribe en La Celestina y en El Quijote, literarias fuentes de autoridad. Y, sobre todo, tal efecto se acrecienta al mezclarse, como es frecuente, churras con merinas, otra locución proverbial especialmente atinada para advertir de la incoherencia.

Nada hay que reprochar, entonces, al cuidadoso celo de casi dos centenares de voluntarios que se reparten, por turnos, las veinticuatro horas de los días, para estar pendientes de un nido de tortugas bobas hecho, inusualmente, en una concurrida playa del Mediterráneo más occidental. Todo empezó cuando alguien, de manera casual, observó cómo una de esas grandes tortugas ponía huevos en una zona de la playa y dio aviso para que los tractores del servicio de limpieza no destrozaran, al no ser advertidos, el nido de una especie de tortugas en peligro de extinción. Asimismo, personal especializado llevó a cabo el traslado del nido a una playa más reservada, con condiciones favorables para ello. Y operarios municipales levantaron una doble valla perimetral, de forma que el nido quedara protegido de mareas y tempestades. Además de evitar que las pequeñas tortugas pudieran escapar pero no subsistir, dado que solo lo hace una de cada mil. Los voluntarios están pendientes también de la incubación y las tortugas vivirán en cautividad hasta soltarlas cuando tengan más posibilidades de supervivencia. Alguno de estos turnos de voluntarios será el que presencie la eclosión de los huevos -con linternas de luces rojas para no estresar a los animalitos-, comunique a los responsables de Medio Ambiente el esperado acontecimiento, y preserve las pequeñas tortugas de depredadores tan amenazantes como las gaviotas.

Las comparaciones son odiosas, así es, pero muchos migrantes -término con corrección semántica, además de política, para incluir y señalar menos a los inmigrantes- no tendrían problema ni rechazo alguno, sino al contrario, a fin de ser cuidados como las tortugas bobas y recibir tan esmeradas atenciones para su supervivencia; si bien, no son especies en peligro de extinción, sino de muerte inhóspita en el trayecto que va desde las penalidades que animan la partida hasta la esperanza truncada en el repetido infortunio de las travesías. Por eso añoran una recepción y acogida tan diligentes y primorosas, incluso una cautividad hospitalaria y bienhechora, con las que puedan supervivir después de haber sobrevivido mar adentro.

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