¿Condenados al vacío?

He oído la última esta mañana. Las farmacias son también un problema para la España vaciada

He oído la última esta mañana. Las farmacias son también un problema para la España vaciada. O la España vaciada es un problema para las farmacias. Sencillamente: no son rentables, y desaparecen del mapa rural. Con el agravante de que la mayoría de sus habitantes son de edad avanzada y, por lo mismo, más necesitados de medicamentos. Pero la ausencia de farmacias es solo uno más de los factores que explican, y son explicados por, la España sin gente. Bancos, centros de salud, colegios, dificultades en los medios de transporte, y sobre todo, escasas posibilidades de ganarse la vida, son otros tantos. Parece ser que los poderes públicos han tomado conciencia del problema y tratan de impulsar políticas que por lo menos eviten que siga avanzando la despoblación de esas amplias zonas, algunas de las cuales están aquí, en Almería. Ocasionalmente, en esas zonas donde no vive casi nadie se construyen parques (aunque no haya niños), o recintos deportivos (aunque no hay quien practique deportes). Claro que también se mejoran calles, centros de salud, o incluso residencias para mayores. Pero los hechos parecen mostrar que no son suficientes. Porque esas zonas se siguen despoblando. Da la impresión de que todas esas medidas no son más que tiritas cuando esa pérdida de población es una auténtica hemorragia. Eso hace plantearse la pregunta de si hay remedio, o de si estaremos irremediablemente condenados a contemplar pueblos derruidos y abandonados, grandes páramos sin un alma. Potenciar el valor de los productos, básicamente agroganaderos, tan bajos de precio en la actualidad, podría ser una medida; véase si no cómo están el aceite, las almendras o incluso la leche de cabra. Facilitar la actividad económica sin poner palos en las ruedas, podría ser otra. En fin, posibilitar una vida digna. Sin embargo, me sigo preguntando si eso frenaría la despoblación. Me siento pesimista. No todo es cuestión de mejorar esas circunstancias. Es cuestión de aceptar, de degustar el modo de vida de las poblaciones pequeñas o medianas, de la vida rural; es una cuestión cultural, de valores socialmente admitidos. Y no parece ser una sensibilidad mayoritaria. Hay mucha gente que piensa que ese modo de vida es algo castrante, que limita el desarrollo personal y familiar. Y puede que lleven razón, y poniendo en una balanza pros y contras se inclinen por marcharse. Mis circunstancias me permiten quedarme.

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