Congresos políticos

Ninguna ideología tiene la supremacía moral e intelectual, ni les corresponde ni se la merecen

Tras la gélida cuesta de enero, se ha convertido el mes de febrero, carnavalesco y cuaresmal ante las vísperas de la Pascua florida, en las fechas propicias para llevar a cabo congresos políticos en nuestra querida España buscando el porvenir de la Nación, a pesar del continuo intento de desestabilización territorial e institucional, a instancias de unos pocos y mal avenidos ante la mayoría de españoles que desean vivir en libertad sin ira.

Todos desean superar la crisis moral y económica de España, pero no va a ser posible mientras no se oiga la voz de españoles que defienden en volver a recuperar la libertad para educar a nuestros hijos, la consideración de la vida como principal valor de la persona, promocionar el reconocimiento y la memoria de cuantos dieron su vida por lo demás, preservar la unidad de la nación, promulgar una justicia independiente, una sanidad blindada de las alteraciones políticas, una ley de dependencia con suficiencia financiera para atender a nuestros mayores, inculcar a nuestras generaciones el espíritu de emprendedor, implantar un nuevo modelo electoral y eliminar los privilegios y subvenciones a partidos, sindicatos y a organizaciones empresariales.

El poder cambiar lo que funciona mal por estar atrofiado, viciado y pervertido, en beneficio de las generaciones futuras y, reitero, de la supervivencia de España como nación, no como nación de nacionalidades y cantonalismos decimonónicos, que solo dieron inestabilidad y pobreza a quienes nos precedieron en la sociedad, no tiene nada de revolucionario.

Ninguna ideología tiene la supremacía moral e intelectual, ni les corresponde ni se la merecen, en hacer por imperativo legal determinados postulados ideológicos con la huida hacia éstos de la otra parte, que siempre ha tenido un sentido patológico cobarde de no afrontar sus principios con el debate de las ideas, sacrificando determinadas leyes a las ideologías que no aúnan los sentires democráticos de una mayoría, que desea vivir en paz con un modelo de vida basado en el humanístico sentido común.

Ojalá de estos y otros congresos políticos no se queden en cambiar lo superficial de cara a la galería de la obtención de un voto populista, y busquen un cambio real del panorama político nacional que nos haga, paso a paso, ofrecer respuesta a los grandes problemas de España, saliendo de la crisis estructural económica e institucional.

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