Contar estrellas

Contar estrellas, como dedicación ociosa, requiere más pericia que hacerlo, casi a bulto, con las nubes

El de contador de nubes no debe ser un oficio lucrativo, sino acaso una dedicación ociosa. Tal vez más propia de quien, con su trabajo o desempeño, sí ha conseguido ganancias o beneficios que le aseguran ganarse la vida sin muchos sudores, o darse a un retiro dorado, sin apretura alguna. Contar estrellas requiere más pericia que hacerlo, casi a bulto, con las nubes. Pero en ambos casos, sean cuales fueren los cuerpos celestes que ocupen la tarea ociosa, cabe preguntarse por la utilidad práctica que resulta de tal cometido y si se presta con ello algún servicio o utilidad que pudiera satisfacer necesidades personales o sociales. Como, particularmente, sobre los efectos -directos o colaterales- de estrellarse cuando quien anhelaba mirar estrellas ha quedado antes estrellado. Dicho sea por tropezar con un obstáculo insuperable, que conduce a un fracaso estrepitoso, o por chocar abiertamente con las ideas o pensamientos de otro, y entonces habrá que vérselas con la posición del oponente.

Ahora bien, cuando mirar las estrellas, y contarlas, es tarea particular de astrónomos -no confundir con astrólogos- los resultados tienen distinta naturaleza. Así ha ocurrido con la realización de un nuevo mapa del universo completado, en un récord de tiempo, por un sistema de telescopios y antenas parabólicas, en Australia, que permite obtener una cartografía sideral prodigiosa, con la extensión del 83% del cielo. Un millón de nuevas galaxias -con qué poco se expresa una dimensión inconmensurable- acaba de incorporarse al atlas celeste y los científicos cuentan con imágenes que permitirán escudriñar el universo. Luego la Vía Láctea, en la que moramos afincados en el sistema solar, es una galaxia perdida, entre agujeros negros intergalácticos, aunque los terrícolas seamos dados a considerar la Tierra como centro universal. Así suele ocurrir con el terruño propio, cuando no se airean las entendederas viajando de vez en cuando. Si bien, en escala galáctica, quepa la dispensa de no tener a mano una escapada más allá de la Vía Láctea, en la liga del Grupo Local, con un conjunto de otras cuarenta galaxias, entre las que es una de las más grandes y brillantes, después de la galaxia de Andrómeda. Un "camino de leche", tal parece la banda de luz que atraviesa el firmamento celeste, sin que fuera derramada por el pecho de la diosa Hera, sino compuesta por un descomunal conglomerado de estrellas, que escapa a cualquier contador ocioso o estrellado.

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