República de las Letras

Coronavirus

Las situaciones límite, catástrofes, guerras, epidemias, sacan de nosotros mismos lo peor y lo mejor

Sanidad está dando la batalla al coronavirus. La Sanidad Pública, digo, pues epidemias y pandemias rebasan a la sanidad privada y no son cubiertas por los seguros de enfermedad, aunque todas las entidades sanitarias estén obligados a colaborar con el Estado en estas situaciones. La epidemia o pandemia, que cuando este artículo vea la luz puede variar la catalogación que haga la OMS del COVID-19, ha puesto de manifiesto algunas de las limitaciones, lacras y falacias del sistema económico. Para la organización de consumidores FACUA y la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) se han visualizado las limitaciones del sector privado: económicamente el coronavirus no es rentable. Y ya sabemos que para las empresas por encima de cualquier otra consideración está la rentabilidad del negocio. Otra de las lacras del sistema que el coronavirus ha desempolvado ha sido la insolidaridad. Ha habido, no sólo compras compulsivas y masivas, sino incluso robos de mascarillas, sea para consumo privado o con fines lucrativos. De hecho, se han puesto a la venta por internet a precios abusivos. Que las situaciones límite, catástrofes, guerras, epidemias, sacan de nosotros mismos lo peor -a veces también lo mejor- es conocido de siempre. Cuando la epidemia de cólera de 1885 -el año del cólera por antonomasia- los burgueses almerienses la combatieron… aislándose en sus cortijos, en sus casas de campo o en sus pueblos de origen. Y eso a pesar del ejemplo solidario heroico de personas como José Litrán, médico que se entregó a la asistencia de los enfermos y fue contagiado. La epidemia remitió cuando el canal que traía el agua de consumo desde la milenaria Fuente de Alhadra, y en el que solían abrevar las bestias y bañarse los niños, fue reparado y cubierto por iniciativa del alcalde Juan Lirola, que construyó también los Depósitos del Barrio Alto y la red de agua potable de la ciudad. Hasta entonces a nadie interesó cómo las extremas condiciones de miseria e insalubridad de los barrios pobres determinaban los intereses sanitarios de toda la sociedad almeriense.

Y también están los rumores de conspiraciones internacionales, la llamada conspiranoia, sobre todo en las redes sociales. Algo parecido a lo del VIH, cuando se aseguraba que el SIDA era un producto de laboratorio. La cosa no tendría mayor importancia si no fuese porque… quién sabe: cosas veredes…

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