¡Corre, date prisa!

A sabiendas de lo perjudicial que resulta hemos permitido que la prisa se apodere de nuestras vidas ¿Cuál es la razón?

No importa a qué te dediques; trasciende, asimismo, la edad y el género. Como si de un mantra general se tratase todos coreamos varias veces al día lo mismo: "¡vamos, que llegamos tarde!" Nos pasamos el día corriendo, intentando cumplir con una agenda que, lejos de ayudarnos a gestionar mejor la jornada, nos esclaviza tiránicamente. Existe una poderosa razón por la que hemos permitido que la prisa se adueñe de nuestro tiempo. Podríamos señalar a "la sociedad", ese ente que construimos entre todos pero del que nadie se responsabiliza, como la culpable de semejante estilo de vida. Pero habría que preguntarse por qué dejamos que esto ocurra.

Pensemos por un momento en los centros monásticos de cualquier confesión esparcidos por todas partes del mundo y que se dedican a la vida contemplativa. Justo el opuesto de nuestra ajetreada existencia. Bien, en esos lugares donde el tiempo se vive reposada y rutinariamente se propicia la reflexión personal y el auténtico crecimiento espiritual. Es en ese estado donde permitimos "que las cosas se acerquen a nosotros", que decía Nietzsche. Pero claro, la introspección y el autoconocimiento es un camino amargo y angustiante en ocasiones. Nosotros hemos preferido drogarnos con la prisa, embarcarnos en un sinfín de actividades, dudosamente necesarias en realidad, para no pensar. Estando en permanente movimiento ahuyentamos la posibilidad de que "se nos acerquen las cosas", de que sobre algún minuto con el que podamos angustiarnos.

Cuanto más corremos, en definitiva, más huímos de nosotros mismos. Así, resulta fácil identificarnos con el conejo de Alicia en el País de la Maravillas, que saltaba alocado de un lado a otro sufriendo porque llegaba tarde a ninguna parte. Y fijaos que, si a lo largo del día queda un hueco de reposo, habitualmente la noche, nos lanzamos a empuñar el mando de la tele y ver la serie que erradicará cualquier posibilidad de fijar nuestra atención en nosotros mismos. Luego unas pocas horas de sueño, no sea que perdamos mucho tiempo y por la mañana vuelta a la prisa.

Particularmente nefasto resulta cuando transferimos a nuestros hijos esa forma de vida. Llegamos tarde al cole, a la guarde, al inglés y a todas las actividades imaginables. Les añadimos gradualmente sus dosis de pantalla, según la edad y listo. En unos años tendremos a un joven perfectamente incapaz de Ser porque le embargará la prisa por Hacer.

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