A la luz del día

Antonio Montero Alcaide

Escritor

Cría cuervos

El nombre de las cosas se está convirtiendo en cuestión banderiza, y además abastece la antología del disparate

Si con el lenguaje políticamente correcto ya había de sobra para la controversia, se añade más todavía con las expresiones "animalísticamente" inconvenientes. Por tanto, cría cuervos que te alegrarán los ojos. Aunque quizás pueda tratarse de un piropo a las "cuervas" antropomorfas y, cuidado, que puede recibirse otro coscorrón por ello. Esto del nombre de las cosas se está convirtiendo en cuestión banderiza. Además, el atributo animalista no corresponde a los celosos valedores de la dignidad animal, sino al arte que, en sus distintas manifestaciones, tiene como principal motivo la representación de animales.

Demos por buena, sin embargo, esta denotación animalista aunque sin menoscabo de algunos reparos a su atribuido objeto, por más que siempre quepa la dispensa de dar abasto a la antología del disparate. Ya que cuando se reúnen causas dispares pero a la vez parejas en el grado de la ocurrencia, el disparate gana en singularidad y las causas solidarias parecen, como poco, extravagantes. Se compadece, así, algún feminismo radical y algo desnortado de las gallinas ponedoras de huevos, sojuzgadas por el patriarcado machista de los gallos, y recomienda, entonces, no consumir carne de gallina y, también es de imaginar, huevos. Ya sean puestos en granjas por la explotación inhumana de los criadores -aquí el animalismo protector-, o en el campo bajo la dominación de los gallos -ahora la liberación feminista desvariada-.

No será cuestión de interpretar los signos de los tiempos -ardua tarea no siempre al alcance de las entendederas torcidas-. Pero el declive de las sociedades -sin que haga falta pensar en la caída del Imperio Romano- suele barruntarse y, lo que es bastante peor, causar desastrosos efectos, cuando los principios, los valores universales que trascienden los particularismos y sostienen la humanidad, decaen y son sustituidos por baratijas solidarias inhumanas. En fin, a ver cómo se reconcilia la causa de la ovejita lucera con la naturaleza del lobo feroz. O la salvaje diversión de las hienas. Que tan mitológica es la Arcadia de los pastores bucólicos, en tanto que expresión edulcorada del género humano, como una selva virgen donde retozan animales celestiales.

Valga acabar con un precepto animalista que iguala en condición y no deja de ser buen consejo:

"Del jefe, y del mulo, cuanto más lejos, más seguros".

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