Griego, Latín y Cultura Clásica. Patrimonio de la Humanidad

Cicerón grababa unos Instagram denunciando a Catilina y Quintiliano tomaba notas para sus alumnos de Retórica

Enclaustrado en casa, jugué a imaginar una reunión de grandes de la Antigüedad en un Foro imaginario. Rodeado de templos, tribunales, nobles casas y tenderetes, veía a mi alrededor a los escritores que han acompañado mi vida y, deleitado en sus conversaciones, elegí no moverme del sitio para que, si no podía seguir a uno sólo, al menos me llegaran ecos de lo que todos iban diciendo. No me costó decidirlo en cuanto oí a Séneca decirle a Lucilio que no está en ningún sitio quien intenta estar en todas partes.

A tientas perseguía Homero a una Musa para que le cantara la historia de la cólera de Aquiles. Tendrían que haber visto las caras de Héctor y Andrómaca, amorosamente cogidos de la cintura. Flotaba en el aire una canción: como las generaciones de hojas de los árboles, así son las de los seres humanos. Píndaro elogiaba en su tableta al héroe deportivo del día para que su triunfo fuera de todos. Andaba Sócrates proclamándose el más sabio de todos porque no sabía nada, Platón lo miraba embobado y Aristóteles le llamaba la atención recordándole que en el término medio está la virtud. Oyó aquello Horacio, batió palmas y empezó a disertar de la discreción como de un gran tesoro. Al otro lado del Foro, un grupo de jóvenes cantaba y bailaba: una de ellas iba a casarse dentro de un rato. Su maestra, Safo, envidiaba al futuro marido y Catulo, que corría para que no lo cogiera Egnacio, el hispano que se lavaba los dientes con su orina, pensó cómo se parece a un dios el que tiene el privilegio de sentarse frente a Lesbia y oírla reír dulcemente. Qué le vamos a hacer: la odiaba y la amaba, ni con ella ni sin ella vivir podía. Un pastor decía que el amor consigue todo. Virgilio contestaba que no, que el esfuerzo lo puede todo. Llegaban rumores de guerras lejanas. Pericles proclamaba que es tumba de los hombres ilustres la tierra entera. Se hablaba de cómo la Peste Antonina estaba matando gente por miles. Epicteto, Séneca y Marco Aurelio iban diciendo que malo es morir pero peor todavía vivir una vida de la que no podamos sentirnos orgullosos. A la sombra de un pórtico, Cicerón grababa unos Instagram denunciando a Catilina y Quintiliano tomaba notas para sus alumnos de Retórica. Al despertarme, cogí el móvil y firmé en change.org que llegue a la UNESCO una petición para hacer del Griego, el Latín y la cultura clásica patrimonio de la humanidad. ¿Se animan a firmar conmigo?

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