¿Cultureta o comediante?

En el gran teatro de la cultura, y de la vida, hay gánsteres. Ya lo insinuó Diderot en su texto "La paradoja del Comediante"

En una ocasión conocí a un negro literario. Fue con motivo de una entrevista que realicé y que finalmente se publicó omitiendo la identidad del entrevistado. El discurso de aquel individuo no pasó desapercibido pues aclaró en cierta forma las verdades y mentiras en torno a la industria sumergida de las publicaciones. Para mi sorpresa existía menos ambigüedad de la aparente en su caso concreto. No se trataba de una persona desprovista de valores. En realidad tenía un alto sentido del trabajo. Por otro lado, no dar el nombre propio bajo una compensación económica no restaba calidad al autor y mucho menos a la obra. Tan solo se establecía un juego comercial en torno a la figura del autor legal y el real. Desde entonces, si debo decirlo todo, guardo respeto a estos negros. Y lo hago porque ya no son el lado oscuro de la cultura. En absoluto. Desde entonces hay otros en ese lugar: son los ladrones de ideas, de palabras, y de nombres. Estos representan las bajas esferas de la cultura para mí; son de una calaña peor porque no ocultan su identidad, tan solo se aprovechan del trabajo de los demás con una impunidad sorprendente. Es más, cuando se descubre su delito descalifican la fuente de inspiración de forma vehemente para generar dudas al respecto de la autoría. Diderot tiene un texto muy apropiado para esta reflexión: "La paradoja del comediante". En él se observa como la cultura se mueve bajo las estructuras del teatro griego, y como por ello cada interviniente debe interpretar un papel, amén de sobrepasar los límites del bien y el mal. Según esta reflexión los ladrones prefieren parecer antes que ser. Y eso les lleva a otra elección: prefieren no ser auténticos antes que serlo; optan por cultivar la mentira antes que la verdad. En el gran teatro de la cultura estos se erigen en el pedestal de los hipócritas y los corruptos -porque aunque los lectores no lo crean en la cultura también hay corrupción-. En los tiempos recientes he conocido varios casos de escritores, filósofos y etc, de esta calaña. Me causan indignación. Saber que su trabajo es impuro y que está basado en el esfuerzo ajeno supone una terrible inapetencia en mi interior. Tal vez es posible caer en la metáfora del gánster, del psicópata. Su existencia convierte en héroe cervantino al escritor negro que se esfuerza por su obra en silencio sacrificando su identidad.

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