República de las Letras

DÉjÀ vu

Desde que el PP salió del poder difunden un malsano catastrofismo que recuerda otros momentos de la Historia

E STE es un país poco dado a la democracia. A la democracia, digo, de verdad, esa en la que cualquier idea es defendible y donde, en lo ideológico, no existen líneas rojas. Líneas rojas a las que, por el contrario, somos muy aficionados por aquí. Liberalismo, marxismo, independentismo y todos los demás ismos -sí, incluido el fascismo- son únicamente ideas, corpus ideológicos cuando más, inventos humanos. Y, como ya he dicho aquí alguna vez, nada humano es eterno. Otra cosa es que el cambio nos produzca miedo. Claro, es natural. El Ser Humano necesita saber, para vivir en paz, que su existencia actual es para siempre, un siempre que para él abarca su vida y poco más -por eso muchos creen en el llamado Más Allá, en el Cielo, el Paraíso, ya saben, aquel lugar donde se es feliz después de muerto… si has pasado por determinados aros-. Y, naturalmente, tendemos a conservar lo conseguido, con lo que llegamos al verdadero meollo de la cuestión. El patrimonio es el dios principal, incluso por encima del Dios religioso: la defensa de las posesiones es visceral, primaria. Aquí es donde más miedo dan los cambios políticos. En cuanto a nuestras posesiones, somos conservadores por excelencia. Algunos, además, tenemos ideas heredadas familiarmente, culturalmente, de que todo cambio, si tiene orientación social -de izquierdas, quiero decir-, es malo. Sabemos que sin cambios, sin avances sobre el presente, no se puede vivir: la ciencia, la técnica, necesitan, por definición, esos cambios. Pero practicamos el aserto de Unamuno: "Que inventen ellos". Y a mí, virgencita, que me dejen como estoy. En resumen, el que tiene, no quiere cambiar -ojo, si es para tener más, sí-. No hablo aquí solo del que tiene muchas riquezas y posesiones. No. Basta con tener el piso, la cochera y el apartamento en la playa para volverse uno conservador a ultranza. Basta con ser hijo de un franquista para que, aunque se cobre una pensión de miseria y no se tenga ni para vivir, se sea franquista hasta la médula. Estos conservadores han descubierto ahora a Vox, que ha llenado de gente Vistalegre (Madrid). Desde que el PP salió del poder han vertido en las redes sociales un malsano catastrofismo que recuerda otros momentos de la Historia. Porque eso hacen también: si no gobiernan los suyos -aunque saqueen el Estado, como han hecho- el sistema ya no les vale. Y ahora sí les agradan los populismos. Déjà vu.

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