Diferencias y parecidos

La selección arbitraria de algunas circunstancias da lugar al fenómeno conocido como "nacionalismo"

No hay dos cosas iguales. Ni siquiera una persona es igual a sí misma en tiempos diferentes. Soy distinto de mí, de mi vecino, y de todo otro ser humano. Las gentes de mi pueblo, en conjunto, son diferentes de las del pueblo cercano, y así sucesivamente. El famoso "hecho diferencial" es algo evidente. Pero al mismo tiempo se observa que algo permanece en mí mismo a lo largo del tiempo, que tengo cosas en común con mi vecino y con cualquier otro ser humano, y me unen a ellos ciertos lazos. Hay, por tanto, semejanzas y diferencias por doquier. Algunos han resaltado las semejanzas, como decía la famosa cita usada por Unamuno: "Soy hombre, y nada de lo humano me resulta ajeno". De esta visión se deriva la versión universalista de los derechos humanos. Sin embargo, hay otros individuos que empiezan a resaltar arbitrariamente ciertos aspectos concretos y en base a ellos obtienen la conformación de grupos de los humanos que atesoran esas características. Puede tratarse del color de la piel, de la religión, de la lengua, del lugar de nacimiento; de la posesión de riquezas, de los niveles de inteligencia, de las músicas y de los bailes; de otras costumbres folclóricas. Para ellos cualquier cosa vale para establecer fronteras entre un nosotros y ellos. Esta selección arbitraria de algunas circunstancias, esta intersección no menos arbitraria, da lugar al fenómeno conocido como "nacionalismo". Un nacionalista no es más que alguien que eleva a la categoría de absoluto lo que no es más que una suma de accidentes que han sido seleccionados no se sabe por qué ni por quién, olvidando todas las cosas que son comunes. A partir de ahí se construye una identidad colectiva a la que se suman todos aquellos que creen compartir ese conjunto de rasgos "diferenciadores". Y así construyen lo que llaman un "pueblo" y, en casos extremos,una "nación". Con esto, está ya sobre el tapete el "ellos" y el "nosotros", con un matiz indisimulado de superioridad en el "nosotros" que les hace despreciar a los "ellos". Como un ejemplo: para algunos bailar una sardana o llevar txapela es un acto de raigambre cultural digno de todo tipo de respeto e incluso de admiración, mientras que llevar una flor en el pelo y un colorido traje de faralaes o bailar una sevillana es un vergonzoso ejemplo de la España cañí. Es todo un proceso demoníaco que fracciona, que rompe, que divide. Y todo ello sin justificación suficiente.

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