DEL DIOS TOMISTA

Escritor fecundo, un esforzado teólogo e intelectual aristotélico que abrió los caminos de la razón al final de la edad Media

A caballo entre París e Italia, Tomás de Aquino fue un escritor fecundo, un esforzado teólogo e intelectual aristotélico que abrió los caminos de la razón al final de la edad Media, justo antes de la eclosión humanista que cambiaría para siempre la historia del pensamiento. Aún sin terminar su monumental Suma teológica, el 6 de diciembre de 1273 experimentó un acontecer místico o alucinado, mientras decía misa en la pequeña ermita de San Nicolás, en Bari. Le sacudíó, al parecer, una extraordinaria conmoción, al término de la cual se dijo para si -según testimonios de los presentes- que "No puedo hacer nada más. Todo lo que he escrito es paja en comparación con lo que he visto". No volvió a escribir ni a dictar línea alguna. Sorprende este cambio radical en un autor que pretendió incluso demostrar la existencia de dios por la vía racional, echando mano de sus Cinco Vías en la ya aludida Suma. Las interpretaciones más convincentes de este hecho inusual, extraordinario, coinciden en señalar la aceptación -o resignación- tomista ante la imposibilidad de conocer la esencia de dios por parte del ser humano. Esta via muerta, sea mediante la fe o la razón, para poder llegar a saber que cosa sea dios en realidad, le condujo al silencio más radical, a la no manifestación más contundente. Agotados los cartuchos del entendimiento y capacidad humanos, apostó, en una opción de postrera sabiduria, por la asunción del misterio. Es, en realidad, la constatación de un fracaso filosófico o intelectual, la resignación ante la imposibilidad de crear un sistema global de pensamiento que diera respuesta a las grandes preguntas, a los grandes enigmas de nuestra existencia intentando conciliar, de paso, el cientifismo aristotélico con la verdad dogmática del cristianismo. Como afirmaría mucho más tarde Martin Heidegger, nadie puede orar ante el dios que "es", el "Ipsum Esse" de las escrituras. A este dios el hombre "no puede ni orar, ni ofrecer sacrificio, ni caer de rodillas por temor...". El dios tomista es el único posible como sentimiento o necesidad humana, un ideal inalcanzable e inaprensible; tan solo una convicción en aquellos que se aferran, pese a todo, a una fe que anida en su interior y no puede sostenerse jamás racionalmente.

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