El manuscrito

Manuel López Muñoz

¿Debemos educar sólo para el liderazgo?

Educar para el liderazgo es educar para mandar sobre los demás, para sobresalir y con eso obtener la obediencia ajena

Liderazgo, condición de líder, el que está en cabeza, el que dirige, el que manda. ¿De verdad que formar para esto es parte de la misión de la Universidad? He aquí una de esas ideas que nos repiten una y otra vez hasta que las terminamos incorporando a nuestro razonamiento sin pasarlas por la razón. Educar para el liderazgo es educar para mandar sobre los demás, para sobresalir y con eso obtener la obediencia ajena, para saber tomar decisiones y transmitirlas a los demás, a los subordinados, a los fieles, a quienes deben cumplirlas. Formar a las futuras clases dirigentes ya está en el famoso lema que se atribuye a la Compañía de Jesús: "educar hoy príncipes para gobernar reinos mañana". Hablamos de una concepción de la educación que nos impone desde el cine y la televisión la cultura estadounidense. Cuando ser estudiante universitario depende de los posibles de la familia o de un intelecto tan prometedor que merezca una caritativa ayuda, sólo se busca perpetuar y asegurar la posición de poder de una élite llamada por la Providencia a liderar la sociedad.

Nuestro sistema educativo no busca perpetuar los privilegios de grupo ni servir de herramienta de desclasamiento. La formación universitaria es universal y está dotada de mecanismos que garanticen que acceda a ella cualquier persona, sea más brillante o menos, de economía desahogada o no. Si educáramos para el liderazgo deberíamos tener una Universidad a la que no cualquiera puede acceder, que cualquiera no se puede permitir. La educación para el liderazgo lleva, finalmente, a postular que sobran Universidades, que las perlas de la formación universitaria no se le pueden echar a cualquiera y que la miel del mando no está hecha para la boca del pueblo. Una educación para el liderazgo dentro de una Universidad pública, en un sistema universitario público, acabaría formando tantos líderes que al final, por serlo todos, no se sabría quién lo es. Tengo para mí que esa capacidad de dirigir o de sobresalir no debería ser un objetivo, sino una cualidad más que se deriva del conocimiento propio y del reconocimiento ajeno. ¿Formar líderes? ¿Educar príncipes para gobernar reinos? No, gracias. Ya hemos tenido bastante de eso. Como universitario, como parte de la sociedad, como ciudadano, no quiero el objetivo de formar líderes. Prefiero trabajar con personas libres que libremente colaboren construyendo una sociedad mejor.

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