Semillas en el desierto

María Moreno

Decisiones absurdas

El cuadro se vendió. ¿De verdad que hay gente en esta ciudad que compra arte? No podía creérmelo

Solía trabajar en una galería de la ciudad como asistente, vendiendo obras de otros artistas, cuando me propusieron llevar allí mis dibujos. Esta invitación me producía una mezcla de vergüenza, miedo y reparo. Cuando uno empieza a exponer(se) hace falta una buena dosis de autoestima y confianza. Este no era mi caso y aun así acepté.

Los cuadros se colocaron encima del mostrador. Casi inmediatamente alguien se fijó en uno de ellos. Las manos me empezaron a sudar a mares. Me escapé al otro lado de la galería cuando mi jefe empezó a contarle a la clienta que ese cuadrito era de una joven almeriense que trabajaba con la temática del paisaje desde la abstracción, etc. Me acerqué a él y le susurré: "Emilio, no se te ocurra decirle a la señora que es mío". La mujer empezó a hablar de aquello que le sugería la imagen sin saber que quién la había creado -osea, yo misma- estaba ahí escuchando sus cumplidos. A veces cuando te dedicas a la creación y recibes halagos no se sabe muy bien si estos nacen desde el aprecio verdadero a la obra o desde el cariño hacia quien la crea. En este caso, no había duda de que aquellas palabras eran ciertas. El cuadro se vendió. ¿De verdad que hay gente en esta ciudad que compra arte? No podía creérmelo.

Así, empezó a venderse cada obra que llevaba a la galería. Sin que los clientes supieran mi identidad yo me fui haciendo de una autoestima cada vez más valiosa.Todo comenzó a moverse de forma casi mágica para que decidiera emprender este camino: apareció un nuevo local para montar un taller colectivo, me proponían exposiciones y talleres, las galerías empezaban a acoger mi obra en distintas ciudades. Y seguía vendiendo.

Hace un tiempo dejé el trabajo como asistente en la galería. Decidí dedicarme a la creación plástica por entero. Si me hubieran dicho cuando estaba en la facultad de bellas artes que iba a tomar una decisión así, me habría parecido increíble.

Sin embargo, no era tan sorprendente que prosperara en este oficio: llevo dibujando desde que era niña. Pero la mayoría de nosotros hemos crecido bajo el yugo de conseguir ese "trabajo serio" que nos dignifique.

Hoy pago techo, facturas e impuestos gracias a la pintura. He de decir que sigo celebrándolo todos los días con asombro.

Tan solo mencionar la idea de dedicarse al arte puede producir una curiosa mezcla de vergüenza, miedo y reparo. Pero resulta que trabajar en lo que te apasiona después de todo, no es una elección tan inverosímil, ni tan absurda.

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