Utopías posibles

Luis Ibáñez luque

Defendernos del algoritmo

Actualmente es en las redes sociales e Internet donde se cultivan las maldades, las rivalidades, las campañas

Dice mi amiga Daniela Padua que no debemos utilizar metáforas belicistas porque no vienen al caso y solo generan miedo, pero cuando se trata de actuar contra las máquinas y los algoritmos (instrucciones, reglas matemáticas), no tenemos porqué tener piedad. Son insensibles. No opinan. No tienen ideología, ni sentimientos. Tampoco sufren. Son eso: números, operaciones, cables y chips. En este tema, conviene distinguir entre los seres humanos y las máquinas. En los debates, informaciones, discusiones, memes, fotografías, que compartimos a través de redes sociales y mensajería, hay una persona siempre detrás, pero la intermediaria, vigilante sin descanso, es la máquina. Y no es ingenua, ni es buena, ni es mala. Obedece órdenes: cuanto más se comparta, se opine, se visite o incluso cuanto más tiempo tengas en pantalla una noticia o un texto, más importante es, y más lo promocionará. El propio algoritmo se encargará de moverlo. Da igual que estés a favor, o en contra, que insultes o que hables educadamente, que lo compartas o le des solo un "me gusta" o "me enfada", incluso da igual que escribas algo y luego te arrepientas y lo borres. La máquina ya lo ha leído. Actualmente es en las redes sociales e Internet donde se cultivan las maldades, las rivalidades, las campañas políticas, donde más se intenta manipular a la población. Hay numerosos estudios que demuestran cómo la ira y la indignación son los sentimientos que más mueven a la gente en el mundo virtual.

Si no queremos que el odio, los rencores y la manipulación del algoritmo sean quienes gobiernen nuestra vida, debemos tomar decisiones radicales y tajantes. Es una pandemia tan peligrosa como la del coronavirus. Propongo que cada vez que vemos una noticia de odio, fascismo, exclusión social o ataque a personas o grupos sociales, no la difundamos, a ser posible no la abramos, no la miremos siquiera, y por supuesto no pulsemos "me gusta", ni compartamos o respondamos (aunque sea educadamente). Con cualquiera de estas conductas, estamos alimentando al mismísimo diablo, que no es sino la peor parte de nosotros mismos. Propongo incluso bloquear a las personas que lo hacen, no sin antes decirles "te aprecio mucho, cuando quieras charlamos y tomamos algo... es solo que no quiero que la máquina difunda esto". Sería un muro de acero frente al algoritmo, una manera de proteger la humanidad de sus propios rencores.

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