Comunicación (im)perinente

Francisco García Marcos

Dejad a las lenguas en paz

Descontextualizar lo que se comunica constituye la fase previa e indispensable para manipularla

Todo en la comunicación verbal se desarrolla dentro de un contexto. Incluso, aunque no lo parezca, el significado de las meras palabras está determinado por el entorno entre el que son empleadas. Así nos lo hizo ver John Lyons, el padre de la semántica moderna. Por eso, descontextualizar lo que se comunica constituye la fase previa e indispensable para manipularla sin demasiada consideración. Naturalmente, ello conduce a mensajes voluntariamente equívocos, fiduciarios potenciales de intereses oscuros.

Estos días estamos viviendo en España un decálogo práctico de como se aplica esa técnica, quizá primitiva, pero de indudable eficacia. Ya está en marcha la Contrarreforma lingüística, subsiguiente a toda la polémica generada por la famosa inmersión de la Ley Celáa. Se trata de trasladar al gran público el mayor número de perversidades idiomáticas que se registren en las comunidades lingüísticas. Esta semana hemos contado con dos muestras fehacientes de ello: una pizzera barcelonesa ha sido boicoteada por no hablar catalán; el ayuntamiento de Leijoa ha anunciado que los Reyes Magos solo entienden cartas escritas en euskera.

No dudo, desde luego, de la veracidad de esos hechos, recogidos por distintos medios de comunicación. De lo que sí recelo, profundamente, es de esas informaciones ofrecidas en crudo, sin ese contexto al que aludía hace un instante. Creo conocer suficientemente la realidad catalana, en especial la de Barcelona y su cinturón metropolitano. Esos comportamientos, lamentables sin duda, son una minúscula excepción. Si tuviera que darse cuenta de los casos contrarios, de las ocasiones en las que conviven las personas más allá de su lengua de origen, entonces habría que llenar, no periódicos, sino enciclopedias.

En España las lenguas vuelven a estar en guerra, no porque sea consustancial a ellas, sino porque los políticos y sus voceros ideológicos acuden a ellas como reclamo, fácil, inmediato, tangible. El principal problema es que, al final, la ciudadanía termina creyéndolos y, lo que es peor, asumiendo la existencia de conflictos inexistentes que, paradójicamente, se fomentan de esa forma. Va siendo hora de liberar a las lenguas del embrutecedor teatro de operaciones de la política ordinaria. Las lenguas son instrumentos maravillosos para intercomunicar con la otredad, para adentrarse en otras culturas, para disfrutar de sus literaturas, en definitiva, para convivir en paz.

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