Nueva semana, a ver quién nos la estropea. En la recién finalizada coincidió una desescalada, las de las medidas anti tercera ola, y una escalada, la de la tensión en la calle.

Sin embargo, no será la reacción por la entrada en prisión de un rapero, conocido por sus letras y tuits plagados de referencias culturales, un ejemplo de reconciliación con la gente y el mundo, lo que haga peligrar las futuras elecciones. No, los cambios de dirigentes, en nuestro país, siempre los ha marcado la evolución del paro. A partir de cierto nivel, el electorado vota contra el que está gobernando. Lo que da un añadido de importancia a conocer su evolución. Pues bien, en nuestra provincia -como en el resto del país, pero nosotros miramos a lo nuestro- es posible vaticinar quien tendrá el mayor malestar. Lo que acertadamente intuimos -comercio, hostelería- nos lo refrendan los datos de contratación laboral de enero, por ejemplo. El problema no son los ERTES. Las personas afectadas están en el mercado laboral, de alguna manera hay una protección frente al despido aunque ya se ve como hay locales que no volverán a abrir. El malestar viene de quienes no pueden entrar en el mercado laboral. No pueden porque, ya es casualidad, la salida de la crisis de los noventa se hizo apostando al trabajo en Construcción. Y de la de esta por la hostelería. Que ya dijo alguien -bueno es recordarlo-que en la salida de una crisis está el germen de la siguiente.

Pues bien, en este enero se han registrado menos contratos laborales que en cualquiera de los años entre 2014 y 2020. Una cifra, además, inferior en un 24% a los del año pasado y un 25,5% a los de enero de 2019. En aquel enero de 2014 en el que se inició la recuperación, el 11,70% de los contratos de trabajo que se formalizaron en la provincia correspondieron fueron en restaurantes y comercios. Su importancia fue creciendo hasta representar más del 13% de las contrataciones de los dos últimos años. Ahora, con la mitad de contratos de hace un año, 1.505, estos apenas supone el 8% del total. Hay, pues, una bolsa de personas cuyas capacidades no les permiten acceder a otros empleos que tampoco pueden acceder a estos y, según su edad, corren el peligro de integrar el paro estructural. Se trata de un desempleo que existirá aunque haya puestos de trabajo vacantes, con lo que implica de nueva división social. Tal vez la idea de salvar empresas directamente llegue un poco tarde aunque peor sería que no llegara, porque de ello depende evitar que siga aumentando el estado del malestar.

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