EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

Delirio paranoide

SI hubiera psicólogos que pudieran establecer un diagnóstico del estado mental de un país, a la España actual le correspondería un cuadro agudo de delirio paranoide, una enfermedad, por cierto, muy propia de la gente mezquina y sin talento que se concede mucha más importancia de la que tiene. Estos días está de moda burlarse de Zapatero porque ha tenido que "mendigar" -así lo dicen- una silla en la cumbre económica de Washington. Bueno, ¿y qué? Zapatero es el presidente del Gobierno de toda España, y su presencia allí es también "nuestra" presencia, la de todos nosotros.

No soy partidario de Zapatero porque no me gustan las adhesiones inquebrantables y él exige adhesiones inquebrantables. Los buenos políticos son los que se rodean de gente que les dice lo que "no" quieren oír, en vez de las hipnóticas adulaciones que halagan sus oídos. Pero si este país fuera menos sectario y menos mezquino, todos estaríamos contentos de que Zapatero esté presente en la cumbre. Nos guste o no, tiene algunas ideas sobre el sistema financiero y es justo que quiera aportarlas. Y hay que ser muy rastrero para preferir que España se quede fuera de la cumbre, con tal de desacreditar o de hacer daño al Gobierno.

Estados Unidos nos dio una lección de grandeza humana -y todo un tratado de comportamiento democrático- en la noche electoral, cuando Obama y McCain se intercambiaron elogios y frases respetuosas, en vez de los habituales ladridos rencorosos que nos intercambiamos nosotros (José Blanco es el mejor exponente de esta política de los ladridos de perro rabioso). Pero lo malo es que en el otro lado del espectro político las cosas ocurren igual, porque desde allí se han difundido las burlas y los comentarios hirientes sobre el papel de Zapatero en la cumbre. Por una vez, ¿no podríamos aparcar nuestra maldita tendencia a despreciar lo que no se ajusta a nuestras ideas y prejuicios? ¿Tan difícil es encontrar un poco de grandeza? ¿Y qué hay de malo en alegrarse de algo bueno para todos?

De una crisis económica como ésta no saldremos a base de garrotazos y burlas y zancadillas. O todos nos ponemos a trabajar juntos o nos hundimos todos juntos. En un país sensato ya se habrían formado docenas de comités cívicos con iniciativas para mejorar los incontables temas sociales que debemos atender: la pobreza creciente, el deterioro de la convivencia ciudadana, el derrumbe del sistema educativo, la atención a los inmigrantes sin recursos, las ayudas a los autónomos y a las pequeñas empresas, todas estas cosas. Pero la sociedad española vive una extraña parálisis. No ha surgido una sola voz, ni una sola iniciativa. Sólo burlas, gruñidos y ladridos de rabia. Sólo el mismo delirio paranoide. Mal vamos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios