Depredador digital

Los depredadores digitales instalan un régimen feudal y convierten en esclavos o en extraños al resto de los usuarios

Sería inmoral hacer una crítica de las redes sociales sin admitir su uso, la necesidad de las mismas, y los aspectos irreversibles que tienen estas ya no solo para la conducta humana sino para la sociedad de la información en la que habitamos. Pero más allá de los componentes antropológicos insertados en el mundo de la comunicación, estos días hemos podido comprobar como el confinamiento ha mostrado los aspectos más negativos. Y eso me lleva a una reflexión. Hace tiempo dimos por hecho que lo real era una construcción lingüística que referenciaba una realidad objetiva. En el mundo digital, y en concreto en el de las redes sociales, se produce una representación de la realidad ya construida previamente donde se suspende lo referenciado. Esto último adquiere performatividad, lo que conduce directamente a una idea de la referencia como lo contingente o lo idealizado. Y esto no tiene que estar mal si se es consciente de ello. Las redes pueden ser una plataforma de creación importante, de trasmisión, de comunicación, son un vehículo imprescindible a la medida de nuestra época. El problema viene cuando se confunde idealización con realidad objetiva. Dicho en otro lenguaje… cuando se confunde opinión con argumentación, o verdad con falacia. Esto pasa porque las redes nos conducen a una catarsis donde pueden más las emociones que las razones. Y ser fruto de nuestras emociones, a la hora de subir un Post, aumenta esta realidad idealizada. En el terreno comunicativo no somos conscientes de a dónde puede esto dirigirnos: sin duda a la suspensión de los valores morales, y a la confusión entre identidad humana e identidad digital (entre persona y usuario). Normalmente los juicios de valor suelen dirigirse a las identidades digitales sin que nadie imagine que son una representación de la persona que hay detrás. Ese prejuicio incita a un uso frívolo de esta comunicación, empobreciéndola. Las redes se han convertido así en una ficción colectiva donde se incita al odio o se ridiculiza a lo ajeno. A partir de ahí surgen los depredadores digitales. Son algunos influencers que instalan un régimen autárquico con sus estéticas y estereotipos y que convierten en esclavos o en extraños al resto de los usuarios. Su poder es tan grande que estamos llegando una sociedad feudal dentro de lo digital. Por eso no podemos confundir lo real y lo ideal. No debemos.

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