¿Derechos inventados?

¿Cuáles son esos derechos? ¿Dónde y cómo fundamentan esos supuestos derechos? ¿Hay algún fundamento jurídico?

D ESPUÉS de ver las imágenes de las manifestaciones del pasado domingo en contra de la ley Celaá y, sobre todo, después de oír las intervenciones de algunos participantes y de algunos de los representantes públicos, no he podido resistir la tentación de volver a leer la Constitución. Con frecuencia había recurrido al artículo 27, que es el que más me ha interesado por motivos profesionales, y debo confesar que tal vez no sé leer. Porque de ese artículo he deducido que hay un derecho básico y fundamental de los alumnos: el derecho a la educación, a una educación universal y gratuita en la etapa básica; y luego se reconoce el derecho de los padres a que sus hijos reciban una educación religiosa y moral de acuerdo con sus convicciones. Los otros derechos se refieren a la libertad de enseñanza y a la creación de centros docentes. Estos son los derechos que se reconocen explícitamente en la Constitución. Pero no hay ningún apartado que diga que los padres tengan derecho a exigir que se les proporcione una plaza en el centro escolar que ellos quieran, ni que todos los centros privados que se creen o se hayan creado tengan ser concertados. Claro que no habré sabido encontrar el escondrijo donde se encuentra el reconocimiento de esos derechos. Y empiezo a tener dudas de mis propias capacidades porque fueron muchas las personas que decían que esta octava ley de educación era una flagrante conculcación de derechos de padres y alumnos que no debiera entrar en vigor y ya mismo habría que derogarla. Y me pregunto: ¿cuáles son esos derechos? ¿Dónde y cómo fundamentan esos supuestos derechos? ¿Hay algún fundamento jurídico? ¿O los que hablaban, incluyendo a elevados representantes públicos, solo se apoyan en lo que en otro artículo he llamado "melohandicho"? Lo más curioso, además, es que aquellos manifestantes, apoyados de modo explícito por toda la gama de la derecha española, basan su reivindicación en el recurso a la "libertad". Pero la libertad que exigen, la de educar a sus hijos de acuerdo con lo que los padres piensan, no es más que un cercenar la libertad de otros, de los hijos, para poder dirigir su vida de acuerdo con sus propias decisiones. Esa actitud de los progenitores me recuerda un libro publicado en los años setenta titulado A su imagen. El niño clónico. Muchas personas pensaron que ese intento de aquel potentado era una aberración. Pues eso es lo que me parece lo de ahora.

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