Derramas que ahogan a los vecinos

Estos gastos extras descuadran la economía de los propietarios y no gustan un pelo a nadie

No creo que nadie diga que la vida en una comunidad de vecinos es fácil. Ni siquiera agradable. Como diría ese antiguo dicho: "Cada uno en su casa y Dios en la de todos", y yo añado, "pero sin perjudicar a los demás".

Disputas y malas caras por los ruidos y el poco civismo a la hora de correr muebles o andar taconeando pasillo arriba, pasillo abajo. El ruido provocado por los vecinos de cualquier comunidad genera una casuística inagotable: el vecino que toca algún instrumento musical, las tan temidas obras de reformas, los aparatos reproductores de música, los ladridos de los perros que no se cansan, los ruidos provenientes de los locales. Enfrentamiento por los toldos sin ponerse se acuerdo para elegir el color o las rayas adecuadas. Aparatos de aire acondicionado ubicados en mal lugar con un ruido ensordecedor. Rencillas por el mal uso de las zonas comunes, incluyendo algún macetero con planta enredadera o algún artilugio que más que decorar lo que hace es molestar la vista… Todas estas situaciones, y muchas más, generan conflictos en las comunidades de vecinos, que no siempre tienen una fácil solución porque las personas son como son y nada ni nadie les hace cambiar.

Estos son unos de los reproches que muchos vecinos se tienen que tragar por el poco civismo de sus convecinos y que protagonizan a diario algún que otro rifirrafe. Es casi normal que en muchas comunidades salten chispas si se tiene en cuenta que más de 70% de los españoles residimos en viviendas en altura y no en urbanizaciones de dúplex o chalets.

Pero si hay algo que pone los pelos de punta a los vecinos y que les cambia hasta el semblante son las derramas, ese desembolso adicional para sufragar actuaciones necesarias para el edificio y que no pueden ser cubiertas con el presupuesto ordinario del año. Las derramas disgustan, crispan y ahogan, y más en los tiempos que corren. Mientras las cuotas ordinarias las asumimos con naturalidad, porque se entiende que es el coste de los servicios y de la vida de la comunidad, las derramas se ven como una especie de "impuesto o gravamen". Una vez aprobada la derrama los vecinos están obligados a asumir la carga económica, incluidos los que no asistieron a la junta, tanto de viviendas como de locales, salvo que éstos últimos estén formalmente excluidos.

En fin, que estos gastos extras descuadran la economía de los propietarios y no gustan un pelo a nadie.

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