Desaire al Poder Judicial

Que se vestirá de seda pero que en fraude legal se queda y con las vergüenzas al aire

La reforma del delito de sedición que ha puesto en marcha el gobierno, por una vía legal insólita dada su trascendencia, recelo que para burlar el control del Consejo de Estado y del CGPJ, no cabe entenderse sino como otro indulto político añadido al que liberó, en fraude de ley por ser colectivo, a los condenados por el T. Supremo. Lo que supone una falta de respeto del Poder Ejecutivo a otro de los pilares del Estado de Derecho como es el Poder Judicial porque, al margen de tecnicismos legalistas, refleja un ánimo gubernamental de reescribir las reglas legales a mitad de partido, o sea mientras las vigentes se están aplicando en una sentencia del T. Supremo para garantizarle un buen rédito político al presidente. Un ninguneo de la independencia judicial más propio de las derivas de Hungría o Polonia que del resto las democracias europeas. Ni el mismo Trump, se atrevió a tanto en su desafío a los Tribunales americanos cuando durante su presidencia amagó con indultar a su círculo familiar y no le dejaron varios senadores republicanos porque (lo dicen Levitsky y Ziblatt en «Cómo mueren las democracias»), "si el presidente puede inmunizar a sus socios, los tribunales acaban perdiendo su autoridad significativa para proteger los derechos constitucionales frente a la invasión del poder ejecutivo". Y es que tanto en EEUU como en España, el indulto, ya el directo de antes o el velado ahora, es una facultad discrecional pero no arbitraria del Ejecutivo, que nunca puede usar como moneda de cambio por interés partidista ni por ambiciones personales en este caso para afianzar el apoyo de ERC en los Presupuestos y agotar la legislatura: como una herramienta política, en suma. Que se vestirá de seda pero que en fraude legal se queda. Y con las vergüenzas al aire cuando lo que pregona Junqueras sobre tal reforma es que supone un "gran avance" porque "el delito de sedición se pulveriza", así que, a partir de esta iniciativa pactada, será más fácil que las "tesis independentistas ganen espacio". Toda una explicitación, en román paladino, del sentido que inspira la reforma y deja poco margen exegético a la prédica sanchista de travestir al artero fundamentalismo nacionalista como el adalid de la paz. Y hace que el eslogan de que se está "construyendo convivencia", cuando el agraciado por el perdón insiste en que "lo volverá a hacer", resulte inverosímil y rezume una banalidad inexcusable.

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