Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Desescalemos con paciencia

El nuevo 'palabro' de moda, desescalar, exige alejar la ansiedad por que esto acabe

Nos costó, pero a la fuerza comprendimos el término, y ya lo utilizamos con toda naturalidad: la "desaceleración" fue la estrella de las reflexiones previas al gran batacazo económico que, a pesar de los negacionistas de guardia, mostró su horrendo rostro en 2008. La palabra es sin duda sabihonda, pero connota, o sea, quiere decir algo que no exige ser un lumbreras para entender. Ahora, el perejil de todos las comparecencias y análisis es "desescalar", que nada tiene que ver con la lengua española sino con el inglés, ya lo advierte la RAE, y que viene a querer significar "establecer un plan de salida escalonado del estado de alarma". En fin, epidemiólogos tiene España, casi tantos como alineadores de fútbol y médicos farmacéuticos; eso sí, con menos papeles que una liebre (pero tanta comparecencia en red social como el ministro Illa en TVE). Ponga un epidemiólogo en su vida. O en su estrategia nacionalista, postergada de pronto por los focos. Torra, ese apóstol iluminado de lo suyo, no hace ascos al contagio y la muerte si contribuyen a hacer política separatista, y acaba de nombrar a su epidemiólogo de cabecera, que ya lleva semanas postulándose sin perder puntada a la hora de hacer ver que allí son distintos y mejores para gestionar esta crisis, exigiendo vena en cuello la dimisión de Simón y buscando la confrontación (por lo finolis, ese es el estilo gent de pau). Para Quim ya no hay nadie más en este tema que Oriol Mitjá. Este sí es un experto, y también un nuevo alfil independentista.

Desescalar se dice igual -igual de mal- que en castellano, sólo que en catalán se elide la r en el infinitivo, pero lenguas aparte, la desaceleración del confinamiento, el desescalamiento de este estado de excepción, implica que algo de claridad se ve al final del túnel, si las mutaciones del virus no convierten este mundo en una distopía más tenebrosa de lo que nunca nadie hubiera imaginado. Si nos agarramos a desescalamiento progresivo -sí, amigo epidemiólogo espontáneo, la expresión es redundante-, debemos armarnos de paciencia. No vayamos a caer en el síndrome del chiste que acaba con "métete el gato por donde te quepa, que no me hace ninguna falta". ¿Lo recuerdan? Si no, háganse un poco de terapia pro resiliencia -palabraperejil también- y recuerden lo largo que se puede hacer el final de un camino, y así evitaremos el clásico infatil en el coche: "¡Papi! ¿cuándo vamos a llegar?". Dicen que dijo Tolstoi: "Comprenderlo todo es perdonarlo todo", o aceptarlo. Ahora en adolescente: estresarse es un pa na.

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