Desflorar la Plaza Vieja

No logro imaginar una plaza como la Bib-rambla granaina deforestada, para que luzcan sus edificios

Pocas cosas recuerdo que hayan soliviantado tanto a los vecinos de Almería, como que el Ayuntamiento apruebe la eliminación del arbolado de la Plaza Vieja de la capital para sustituirlo por toldos ocasionales. Una deforestación que tal vez se perciba como desafortunada porque seguirá asolando las raras armonías lugareñas que nos quedan para ir acopiando más debacles arquitectónicas de ocasión, o sea de las del sin ton ni son, que han degradado el centro de Almería a la categoría de bodrio urbanístico. Así que la propuesta, aunque sea loable en su propósito de revitalizar esa emblemática zona capitalina, ha merecido un rechazo tan radical porque no tuvo en cuenta que el vecindario almeriense es de gente sencilla, comadrera y curtida por un clima que, a diferencia de otras ciudades nórdicas, más que invitar a quedarse en casa, propicia el paseo y las interacciones sociales callejeras. Que uno salga a deambular, solo por el gusto de solearse, sin meta ni 'recao' que saldar, saludando al conocido de acá o al amigote de allá, parando por el gusto de chalanear con otro viandante o con el tendero de paso, asomando a su negocio, es un lujo usual en esta ciudad. Un lujo impensable sin la omnipresencia del sol, esa divinidad invicta de las culturas mediterráneas, que marcó nuestro carácter meridional y las costumbres cívico latinas, hoy quizá en vía de extinción, ante el acoso de la inmediatez cibernauta. Un lujo empero inverosímil sin la presencia del árbol frondoso y sombreador que genere áreas de frescor donde cobijarse y recargar el aliento. Un lujo que justificó que la Almería histórica fuera villa de calles estrechas, patios sombreados y placetas con moreras.

Por eso, por respeto a nuestra memoria y talante mediterráneo, si lo que se quiere es vigorizar el decaído centro histórico, en vez de promover solo terrazas de copas y bares, acaso resulte más atractivo fomentar, entre limpieza y ornamento floral, alcaicerías de comercio típico para paisanos y turistas. No logro imaginar una plaza como la Bib-rambla granaina deforestada, para que luzcan sus edificios. Y si fuera cierto, como creo, que el paisaje urbano revela los valores de sus vecinos y la lucidez de sus elites, ya vamos servidos con lo que hay. Por tanto, lo único positivo que veo en el proyecto para la deforestación de nuestra entrañable, y ajada, Plaza Vieja, es la vibrante réplica ciudadana que ha suscitado.

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