Despilfarros sin ton ni son

Pero tal vez lo peor, sea que di-cho dispendio solo computa inversiones superiores a 10 millones de euros

Ahora que acabamos de votar, ahora que se están negociando presupuestos políti-cos diversos, ahora que toca pagar impuestos, o sea, donar buena parte de los in-gresos del trabajo para costear los servicios públicos, ahora, también ahora, acaso sea buen momento para airear y dar justa difusión a ese clarificador trabajo, publi-cado en 2018, con el título de "Aproximación a la Geografía del despilfarro en Es-paña", que ha realizado un grupo de universitarios valencianos, coordinados por el catedrático de Geografía Humana, Joan Romero. No es extenso y lo pueden encon-trar en Internet, sin esfuerzo ni costo. Un estudio que, como su nombre indica, ana-liza de forma explícita la dimensión del derroche de recursos públicos en infraes-tructuras suntuarias desde 1995, en los distintos niveles y estamentos gubernamen-tales de este país, revisando multitud de construcciones desquiciadas, promovidas y costeadas por todas las Administraciones del Estado en el ámbito de sus respecti-vas (in)competencias, señalando de forma puntual proyectos e inversiones fallidas, presuntuosas e infrautilizadas, frívolamente acometidas por el Gobierno, las Comu-nidades Autónomas o los municipios. Un despilfarro sin ton ni son, que cuantifica el equipo de investigadores, entre 80.000 y 90.000 millones de euros, malgastados de forma insensata, en el conjunto de España por las administraciones en las últi-mas dos décadas. La cuantía no es ninguna broma. Pero tal vez lo peor, sea que di-cho dispendio solo computa inversiones superiores a 10 millones de euros. Lo que nos permite imaginar, pues, otros miles de millones que se quedan en el tintero y sin sumar al festín manirroto de recursos públicos, si a tales excesos, se añadieran los sueldazos de los miles de asesores improductivos, sociedades fantasmas, pri-mas y subvenciones para amigotes o despendoles en festejos y charangas. Mientras persisten tantos servicios sociales desatendidos, tanta jubilación bajo mínimos, tanta I+D y tanta escuela en precario o sin medios, que ponen en riesgo nuestro fu-turo colectivo. Un panorama que exige una reflexión de urgencia sobre el control y la transparencia del gasto, para el que tenemos normativa y funcionarios técnica-mente capacitados, aunque carezcan de credibilidad política y social, cuando de-nuncian la hemorrágica proliferación de narcisismos demagógicos o caciquiles, más propios del talante decimonónico que del mundo de hoy.

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