Crónicas desde la Ciudad

Desprecio a Los Coloraos

Se impone su urgente regreso al lugar de donde nunca debieron ser expulsados

El próximo día 24 de agosto se alzarán voces grandilocuentes en el salón de plenos Consistorial. Palabras huecas previas a que personajes endomingados depositen coronas en la Plaza Vieja ante el monumento a Los Coloraos. Puro teatro en un ceremonial carente de sincero contenido. Ejercicio de obligado cumplimiento para un equipo de gobierno torpe. Tan ignorante como para confundir a los Mártires de la Libertad inmolados por la tiranía fernandina con una "pandilla de rojos" -eso afirman cuatro jovenzuelos al despreciar las rosas rojas que les ofrecen las azafatas-, solo por el color de la casaca que vestían. Su desconocimiento histórico no entiende que a estos les movían un ideario liberal. Y es que alcalde y concejales -cuyo único mérito al parecer fue su inclusión en una lista ganadora-, son, atendiendo a los estatutos del Partido Popular, herederos sociológicos de los desembarcados del bergantín "Federico" y fusilados -de rodillas y por las espaldas- en el Reducto. Aunque en la práctica algunos de estos ediles están más cercanos ideológicamente a un Le Pen cualquiera.

Y mientras escenifican la huera parafernalia -porque no les queda otra- y adoptan la táctica del avestruz, los restos (presuntos) de aquellos duermen el sueño de los justos en un inmundo nicho del cementerio capitalino. Ahora dignamente señalizado gracias a Carmen Ravassa (su descubridora), quien ha abonado de su bolsillo los gastos ya que según el garrulo (i)responsable del recinto mortuorio, Carlos Sánchez, no se podían detraer del presupuesto municipal -ni de este ni del año siguiente- los 40-50 euros necesarios ¡Manda coj… ¡ Los ilustres despojos, contenidos en una urna, fueron trasladados al cementerio por manos "piadosas" un lustro después de que en 1943 un alcalde más franquista que Franco, Navarro Gay, ordenara demoler el monumento no fuera a herir la sensibilidad del dictador. Huesos y polvo que hoy alucinarán ante la insensatez de munícipes tan cerriles que no alcanzan a comprender la importancia del descubrimiento.

Se impone su urgente regreso al lugar de donde nunca debieron ser expulsados. Reintegrarlos al espacio donde yacieron desde el primer cenotafio y posterior emplazamiento en Puerta de Purchena y Plaza Vieja. Al Ayuntamiento corresponde solicitar al juez la exhumación del nicho, su identificación y solemne traslado. En caso contrario solo merecerán el desprecio de la ciudadanía amante de la Libertad.

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