Día Mundial del Alzheimer

Cuando pierda totalmente la memoria no sabré lo que pasará, pero mi familia seguirá pidiendo ayuda para cuidarme

Las mañanas en la vecina Granada son fresquitas y más si pasea uno por los muchos bulevares que la vertebran. Es perceptivo salir bien temprano y gozar del aire fresco. Paseaba hace unas fechas cuando esos días de calor nos asfixiaban a todos y coincido con un amigo médico neurólogo. Persona comprometida y afamado profesional. Precisamente ese día, 21 de septiembre, se celebraba el Día Mundial del Alzheimer, para acercar a la sociedad esta enfermedad, de cuya existencia se tiene constancia desde hace más de cien años, pero que aún no tiene solución y que día a día se va instalando en el seno de miles de familias, minando el corazón de sus miembros. Enfermedad neurodegenerativa que hace sufrir tanto a quienes la padecen directamente como a sus familiares. Después del saludo amistoso y situarnos en el contexto actual, me recita una reflexión de un paciente suyo que días atrás había sido ya etiquetado con esta maldita enfermedad: "Doctor, me ha diagnosticado que soy enfermo de Alzheimer, pero aún tengo memoria, no la he perdido del todo. Me preocupan mis familiares, quienes tendrán que ocuparse de mí cuando yo ya no lo pueda hacer. Tengo la esperanza de que quienes tienen la responsabilidad de garantizar la prevención de las enfermedades, su curación cuando no se pueda prevenir y de garantizar los cuidados cuando no se pueda ni lo uno ni lo otro, faciliten que alguien esté formado para cuidarnos bien y no suframos mientras llega el final de nuestra vida y que nuestros cuidadores no tengan que hipotecar su vida para podernos cuidar. Cuando pierda totalmente la memoria no sabré lo que pasará, pero mi familia seguirá pidiendo ayuda para cuidarme; para ello necesitarán que les adiestren en los cuidados que yo necesite, que les faciliten estar conmigo, pero esto parece que no lo van a garantizar. Mi familia tendrá que ocuparse de mí y de mis cuidados. Tendrán que ser mi mente, mis manos, mis pies, mi corazón. Espero que mi sonrisa pueda aliviar su carga cuando mi cerebro, a través de las palabras, ya no tenga la capacidad de decir ¡¡gracias!!".

Insistía que los legisladores que no hagan una ley más para archivarla o argumentarla cuando más les convenga.

Después de esta reflexión, creo que es el paciente el que tiene las cosas más claras, mientras nosotros debatimos, legislamos y decidimos por ellos, a veces incluso sin escucharles.

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