Opinión

Alfonso Berlanga

Días de Covid-19

Cuánto tiempo más podemos seguir viviendo o sobreviviendo en este mundo tan iletrado e inconsistente

Desde este rincón del coronavirus llevo días preguntándome, cuándo perdió este país el interés por la lectura, cuándo dejamos de visitar las librerías como un ejercicio rutinario y, a la vez, enriquecedor, cuándo dejamos en el cajón el latín, la literatura, la filosofía, el conocimiento, en suma, cuándo dejamos de ser lo que somos y nos convertimos en seres mercantilistas, cuándo, cuándo, cuándo de tantas cosas dejadas en el aire y más necesarias hoy que nunca. Dónde los seres pensantes de este país, dónde la tertulia llena de contenido y reflexión, sin sectarismo y descalificaciones, dónde el interés por la obra de arte, el buen cine, el teatro, la obra bien hecha, dónde el valor de la belleza o de la sabiduría, dónde, dónde, dónde tantos encuentros dejados en el camino. Cuánto tiempo más podemos seguir viviendo o sobreviviendo en este mundo tan iletrado e inconsistente en el que la voz de un repartidor de plumas a cada indecente decreto firmado vale más que la pluma que traza el pensamiento crítico, cuánto más para rebelarnos contra burócratas pseudoeuropeístas que mantienen la idea de una vieja Europa como mercado y no como símbolo de la generosidad y la inteligencia, cuánto más este permanente atentado contra la tierra que nos da sustento y esencia de ser lo que somos. Qué más tendrá que pasar para, como decía el poeta, en un abrir y cerrar de ojos nos volveremos todos idiotas, qué más discurso hueco y vocinglero tendremos que seguir soportando para seguir perdiendo poco a poco la poca inteligencia que nos queda, qué más tiempo tendremos que regalarle a esta existencia que nos lleva irremediablemente a la estulticia y a la mediocridad. Cómo será ese futuro que estamos fabricando dirigido por un exceso de tecnología cada día menos necesario, cómo ese mundo nuevo confiado a las redes sociales y a unos aparatitos cada día más alienantes a los que nos sujetamos como a nuestro nuevo cordón umbilical, cómo una vida sin los valores esenciales de la existencia humana, el amor, la solidaridad, la justicia social, el compromiso, la convivencia intergeneracional, el placer estético, el pensamiento crítico… Cuántos coronavirus serán necesarios para que nos caigamos del guindo, cuántos vapuleos más en nuestra conciencia para creer en lo que somos y en lo que nunca debimos dejar de ser, cuántos silencios más en el camino para darnos cuenta de nuestra propia flaqueza e ignorancia. Y desde este rincón del coronavirus me pregunto y seguiré preguntándome si el ser humano es tan mediocre y tan insensato que cree que ya no tiene nada que aprender

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