Dichosas listas

Hay quien usa las listas para desacreditar al contrario; hay quien usa las listas para colocarse frente al contrario

Me alegré el domingo al mediodía cuando, al empezar las noticias de una cadena de televisión, no comenzaron hablando de listas. Estaba ya un poco harto de oír hablar de las listas y supuso un respiro. Sin embargo, me temo que al escribir este comentario posiblemente esté incurriendo en el defecto que estaba criticando. Pero sírvame de disculpa el que no me resisto a comentar el uso que se está haciendo de esa palabra y de lo que refleja. Hay quien usa las listas para desacreditar al contrario; hay quien usa las listas para colocarse frente al contrario. Lo que pasa es que ni los contrarios son siempre los mismos ni las listas de las que hablamos tienen los mismos contenidos. Unas son listas de pacientes, y las otras, listas electorales. Las primeras se han elaborado manteniendo el nombre pero modificando de modo truculento los procedimientos reglamentariamente admitidos, y por tanto actuando como auténticos marrulleros. (De hecho, el nuevo gerente de Torrecárdenas dice desconocer el número exacto de pacientes en listas de espera). Para llegar a ultimar las otras hemos estado soportando presiones y luchas intestinas hasta colocar en lo lugares de privilegio a los que están más cerca del poder. Y ambos a dos viven obsesionados con sus propias listas y sus propios objetivos. Unos preparando el desembarco de dineros públicos en compañías privadas por aquello de reducir las listas de espera (objetivo prioritario entre otros de aquel gerente). Los otros, buscando colocarse y colocar a los afines en los mejores puestos de las listas electorales. Y estos últimos, obcecados también por sus cuitas, dejan de ver lo que los primeros, aprovechando esa ceguera, están colando a mansalva. Si nos centramos en el ámbito de la sanidad, está pasando de largo no solo esa política privatizadora, sino también lo poco satisfactorias que están siendo las comparecencias de nuestro consejero de sanidad, así como las instrucciones, siempre verbales, a través de videoconferencia (el dichoso plasma) que están frenando en seco los programas que se habían puesto en práctica para aligerar las auténticas listas de espera de consultas, pruebas e intervenciones. Y la oposición sin darse cuenta de esta política errática o, lo que es peor, de esta política de apoyo a lo privado. No se las ponían mejor a Felipe II y no están aprovechando esta oportunidad porque tienen entre manos cosas más interesantes (para ellos)

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