Discurso del odio

No hay programa de debate que dejen de lado credos religiosos e ideologías políticas y dialoguen con educación

Estamos llegando a una situación de asimetría y disociaciones en el ordenamiento jurídico constitucional, que está permitiendo, unos por acción, otros por inanición, que España no ampare y proteja todos los derechos y libertades que proclama la Constitución Española de 1978, comenzando por la lengua española o castellana como comunicación vehicular para todo un país que necesita entenderse para continuar, sí se quiere, un proyecto común y pacífico de convivencia social.

Cada día hay docenas de comentarios en las redes sociales y otros medios de las tecnologías de la información y la comunicación sobre determinados personajes públicos que en un pasado no muy lejano fueron nefatos para la concordia cívica, repletos de fobias que incitan a no tolerar a nuestros semejantes, a nuestro prójimo, que para eso estamos en Cuaresma, como sí los demás no fueran de este mundo del género humano, a pesar de nuestra falta de sensibilidad en dar pasos hacia una mayor y mejor sociabilidad y socialización en la gestión y gobernanza pública, que permita sentir a través de una no sesgada educación académica, que los conflictos son buenos sí con ellos se mejoran los intereses generales y sociales de una comunidad de personas, sin excepciones de ninguna clase. No hay programa de debate que dejen de lado credos religiosos e ideologías políticas y dialoguen con educación, respeto y consideración como en aquel otro programa de la Transición política "La Clave", que todos y todas se escuchaban sin interrumpirse y, por encima de sus diferencias, se reconocían en el otro a un igual, a un hermano en la condición humana de este vetusto país de sentirse con sus diferencias culturales tan español como el primero.

Por la historiografía sabemos, que el gran peligro para la democracia parlamentaria y social es seguir alimentando todos los integrismos religiosos y totalitarismos políticos, que cuando vociferan desde notorios estrados, como sucedió hace unos días en un colegio profesional en Cataluña, creyéndose el ponente de lazo amarillo, que son los guardianes de la pureza y el pensamiento único, sentando una equivocada y tendenciosa cátedra cubierta de ilusorias mentiras compulsivas y piadosas frente a lo que es este país en el que debemos de convivir con sentimientos contrariados propios de la heterogeneidad humana y que por ello deberían de ponderar antes expresar exabruptos provocadores.

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