Utopías posibles

Distopías posibles

Ha llegado el momento de posicionarse, apostar desde la escuela, desde nuestra vida cotidiana, en la familia...

Parafraseando a Goya, bien podríamos afirmar que "el sueño de la calor produce monstruos". El verano es un tiempo muy propicio para relajarse, pensar, leer, hacer análisis del año que termina y propósitos para el que empieza. Los docentes, como el alumnado y en buena medida las familias, medimos el año en cursos académicos.

Llevo unos días preocupado por todas esas "utopías negativas" (distopías) que son muy posibles en el mundo en que vivimos. No es descabellado pensar que si las cosas están mal, pueden ir a peor. El cambio climático es la causa de una de las distopías. ¿Cómo será la vida cuando no haya agua potable para toda la población? ¿cómo influirán las constantes inundaciones, huracanes, la subida del nivel del mar? ¿qué ocurrirá cuando se extingan la gran mayoría de las especies marinas, las abejas…? El mundo, tal como lo conocemos, dejará de existir si no tomamos medidas radicales y urgentes.

Otra distopía puede surgir a partir de los nuevos fascismos, nacionalismos, integrismos y el omnipotente capital globalizado. Si introducimos todo esto en una coctelera y lo removemos, la bomba está garantizada. Muchos de los pilares fundamentales de las democracias, los derechos humanos, las libertades y los derechos civiles se encuentran constantemente cuestionados por todo tipo de intereses.

Y una tercera distopía, aparentemente mucho más "de ciencia ficción" pero totalmente real, es la de las tecnologías. ¿Qué pasará cuando un algoritmo tome la mayor parte de las decisiones que afectan a las personas? Hoy por hoy, ya existen máquinas que aprenden por sí mismas a partir de los datos y decisiones que miles de millones de usuarios introducimos en los móviles, Internet, las redes sociales… Por otra parte, ¿A qué se va a dedicar la mayor parte de la población mundial cuando la robótica y la automatización sigan avanzando a pasos agigantados?

Ha llegado el momento de posicionarse, apostar desde la escuela, desde nuestra vida cotidiana, en la familia, en las relaciones personales y en el trabajo por hacer frente a todo lo que se nos viene encima, que no es poco. Hay que lanzar el mensaje claro a las nuevas generaciones de que hay que reparar daños, cuidarnos, resistir y sobre todo reinventar el mundo en que vivimos. Hay que educar para un mundo que no existe. Educar en la creatividad, la posibilidad y la búsqueda de alternativas. Nos lo jugamos todo, como especie.

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