La tapia del manicomio

Doble dividendo

Un buen porcentaje de jóvenes se ha tomado a coña el asunto y sigue celebrando fiestorros: disfrutan y se ahorran la pensión de los viejos

Hace ya unos quince o veinte años que se inventaron los impuestos medioambientales. Se trataba (y se trata) de gravar las actividades contaminantes con la sana intención de disminuirlas, como se ha hecho ahora en el caso del azúcar en los refrescos. Si mediante impuestos subimos el precio de cualquier producto su consumo disminuye. De esta manera, los países obtienen lo que se dio en llamar "doble dividendo": por un lado aumenta directamente la recaudación de los impuestos del Estado, y por otra parte, al disminuir la contaminación, se obtiene un beneficio para todos los ciudadanos y para el Estado, que tiene que gastar menos en medicina para enfermedades provocados por contaminación y otras limpiezas. Una situación similar se ha planteado en estos tiempos con la Covid. Se ha notado especialmente el aumento disparado de contagios y muertes en lo que va de enero, y eso que falta por computar los efectos de la Nochevieja y la noche de Reyes. Al parecer, un buen porcentaje de jóvenes se ha tomado a coña el asunto y sigue celebrando fiestorros. Con ello obtienen un doble beneficio; disfrutan todo lo que pueden y encima se ahorran su contribución a la pensión de los viejos que van palmando. Debe ser porque la mayoría de estos jóvenes aunque se contagien no lo padecen. Pero sí lo transmiten. Así que, al beneficio de habérselo pasado bien, le suman el doble dividendo del ahorro en la contribución al sostenimiento de la pensión de sus mayores. Y, en el caso frecuentísimo de que tengan al abuelo en el asilo, se ahorran el pago de la "residencia". Residencias que, por cierto, han llegado a ser tan numerosas que hasta los más baqueteados se han asombrado de las cifras que han aparecido en los medios durante el fragor de la pandemia. Se suponía que había centenares y que eran un negocio emergente, pero no que había más de cinco mil, y que los fondos de inversión han entrado en el sector, lo que quiere decir que hay negocio. Hay negocio porque la demanda es creciente e inacabable: cada viejo es un cliente y la asistencia familiar hace años que baja sin parar. Además, los costes de explotación (personal, comida, atenciones…) se pueden bajar con facilidad, y de hecho se bajan en muchos casos conocidos. Como los ingresos no bajan, los beneficios siguen al alza. ¿Por qué si no iban a meterse los fondos de inversión en este negocio? Cuando los buitres vuelan en círculo sobre un territorio, es que esperan su comida.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios