UN ESPLÉNDIDO RAMÓN CASAS

La llegada de un cuadro suyo nuestra pinacoteca de Olula es un acontecimiento cultural muy significativo

La incorporación, con la llegada del año nuevo, de un cuadro de Ramón Casas a nuestra pinacoteca de Olula es un acontecimiento cultural muy significativo en nuestra andadura artístico-patrimonial. Como sucedió hace más de una década con La condesa de Albox de Sorolla, los Antonio López después o el Zuloaga más recientemente, este Retrato de la niña María Navas marca un nuevo hito para la historia cultural de nuestra provincia. Casas es el más importante pintor del modernismo catalán -para muchos, entre los que me incluyo, el más grande pintor catalán de la historia- y junto a Sorolla y Zuloaga, el más sólido creador español de entresiglos y una de las estrellas más rutilantes del naturalismo europeo, el movimiento artístico dominante de esa época. El retrato en cuestión es una joya de la mejor época del autor, de plena madurez, pintado con un refinamiento y exquisitez absolutamente memorables, una composición muy moderna para su tiempo y una técnica verdaderamente magistral, consumadísima. La presentación de nuestra obra a la sociedad en general ha coincidido en el tiempo con la presentación a los medios nacionales de la nueva Asociación Ramón Casas, con sede en Barcelona y capitaneada por Gabriel Pinós, que nace al parecer para estudiar de forma seria y sistemática el corpus global de las obras de este gran pintor, necesitado -como afortunadamente viene realizándose ya con Sorolla- de una profunda revisión y catalogación, que le coloque en el parnaso de la historia en consonancia con su enorme categoría. Sorolla, de orígenes humildes, hizo una carrera que culminó con grandes exposiciones en Europa y América. Casas, en cambio, burgués adinerado de origen, vivió como le apeteció en todo momento y no peleó por similares triunfos internacionales. Pese a todo, desarrolló parte de su carrera en París y allí fue premiado, al igual que en España; incluso tuvo el apoyo de un millonario coleccionista norteamericano, Charles Deering. Su espíritu libre y su vida acomodada no le hicieron sentir la búsqueda de grandes recompensas, lo que, indudablemente, ha contribuido a un cierto estancamiento de su reconocimiento posterior, que llega hasta hoy un tanto mermado si se le compara con los artistas más laureados del naturalismo. Es tiempo de favorecer estos nuevos horizontes, que sin duda colocarán a Casas en el punto más alto de la historia de la pintura española.

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