Economía y salud

Economía y salud pueden contraponerse o complementarse, pero hay que comprender bien las razones

Sin buscar el juego de palabras, aunque quepa, ni la eufonía, aunque alguna sonoridad más o menos agradable resulte de la combinación acústica de los términos, valga entender que las dicotomías no son, necesariamente, antinomias. Dígase más claro, economía y salud pueden ser dos partes en que se divida una preocupación primaria, por esencial. Y, entonces, se trata de una dicotomía que recibe bien la conjunción copulativa. Mientras que, en modo adversativo. El virus, al que se connota como bicho pero es bastante más peligroso y estragador sin ser visto, sin tomar forma, sin hacerse presente más que en los síntomas llevaderos o en las patologías fatales, con los variopintos padecimientos intermedios, ese maldito virus tiene bastante que ver con la complementariedad dicotómica y con las alternativas antinómicas. ¿Pueden conciliarse la economía y la salud en las medidas sanitarias que se adopten para prevenir y reducir los efectos de la pandemia, la saturación de los hospitales y la leva mortal de los finados? La costumbre, más que vacuna, es un antídoto contra la capacidad de asombro, la disuasión del miedo o el alcance de las reacciones. Por eso que mueran a diario cientos de personas, después de haberlo hecho ya decenas de miles, acaba aceptándose como una servidumbre de la pandemia hasta que esta quede atrás con la misión redentora de la vacuna. Se refiere, asimismo, una situación de fatiga pandémica, a modo de explicación, pretexto o atenuante de comportamientos tan riesgosos como contrarios a las medidas adoptadas por las autoridades sanitarias. Y no pocos argumentos se esgrimen en la controversia sobre la idoneidad de estas y el modo en que estrechan o impiden una actividad económica, primeramente, de subsistencia ante las olas que baten sin que la ruina encuentre dique o tenga socaire frente al vendaval del infortunio. Que nuestros vecinos europeos, prueba negativa mediante, puedan pasear por Madrid, cenar y hospedarse gustosamente, o escapar a las playas del privilegiado litoral patrio -qué poco se habla de la patria o qué torcido uso se hace-, mientras el confinamiento perimetral impida el desahogo de los desplazamientos algo ociosos de los nacionales -¿y de nación?-, debe, por tanto, ser mejor explicado, a ver si así cabe comprender de algún modo la dicotomía y la antinomia.

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