De Gobiernos e Ínsulas

Gonzalo Alcoba Gutiérrez

Educación para un acuerdo

Nunca me ha gustado repartir culpas sin ton ni son cuando los diputados no logran acuerdos necesarios

El debate sobre la educación en España trasciende del puro tecnicismo pedagógico; se extiende más allá de los desencuentros en asuntos tan relevantes como el tratamiento de cada materia o la presencia de la filosofía en el curriculum; la dotación de medios materiales; o la relación entre cada uno los órdenes en el triángulo madres/padres-profesoras/es-alumnas/os y la dignidad profesional de los segundos. El nuestro es, más que un debate, un conflicto secular, que parece desenvolverse entre espíritus forjados por distinta mano, de distinto acero. Al tratar la cuestión, ha sido históricamente imposible que los antagonistas pudieran establecer, si quiera, un marco de diálogo en que expresar sus notables diferencias: no es que el acuerdo haya estado siempre lejos, es que no es imaginable. La pregunta es por qué.

La educación es el arma primaria para la plena adquisición de la soberanía por el pueblo. Solo ella puede proporcionar a la nación un cuerpo de individuos libres y aptos para la toma de decisiones. El problema es, quizá, que muchos no han asumido aún que esa democratización radical de la sociedad conlleva riesgos abrumadores. Dejar que el alma levante su vuelo, agradecida por los principios legados, pero libre de ataduras, capaz de moldear ideas nuevas para construir la sociedad, es una cesión mastodóntica para quienes siempre soñaron con conservar el monopolio de la conciencia.

Nunca me ha gustado repartir culpas sin ton ni son cuando los diputados no logran acuerdos necesarios. Y en materia de educación, creo, tristemente, que las culpas no son indistintas. El azote de un modelo nacional católico ahogó a varias generaciones durante la dictadura; y la transición, que ideó un modo de convivencia muy razonable, no ha terminado su obra en ese terreno. Si un cambio de gobierno supone siempre el inicio de un nuevo proceso legislativo para el desarrollo de este derecho fundamental es porque en este país se sigue enfrentando una idea doctrinaria de la educación con otra mucho más plural y laica. Quienes defienden la primera se han arrogado ahora el título de liberales. Los que sostienen la segunda, en mi opinión, lo son.

Como en tantos ámbitos, sería muy deseable que prevaleciera el sano intercambio entre una derecha dispuesta a sostener los valores republicanos (la hay, sépanlo); y una izquierda moderada y no dogmática. Pero para ello hace falta educación. Paciencia.

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