El callejón del gato

Elecciones primarias

Pienso que la celebración de las primarias, sin mayores cortapisas, enriquecen el sistema democrático

El próximo domingo se van a celebrar las primarias para elegir al candidato socialista para presentarse a presidir la comunidad autónoma de Andalucía cuando se celebren los próximos comicios. Hay quienes consideran que el sistema de primarias no es el más apropiado y prefieren que sean los órganos que controlan el partido los que decidan o, en todo caso, que haya una segunda vuelta para que sean dichos órganos los que tengan la última palabra. Utilizando esta práctica los órganos del PP optaron por Pablo Casado en una segunda vuelta, desechando la opción de la militancia de base que había votado mayoritariamente a Soraya Sáez de Santamaría. Cada partido tiene sus normas y hay opiniones para todos los gustos, dándose el caso de militantes que discrepan del sistema establecido en su propio partido. Supongo que habría militantes de base en el PP a los que no les pareció bien que, habiendo ganado por mayoría, los órganos del partido les enmendaran la plana. En cuanto al PSOE, en más de una ocasión he oído a destacados militantes poner en entredicho las primarias, adjudicando a su criterio personal un valor, del que carecen las bases. Suelen ser voces de antiguos dirigentes que no han digerido que su tiempo ya pasó. Yo personalmente pienso que la celebración de las primarias, sin mayores cortapisas, enriquecen el sistema democrático. Si en democracia, cuando se celebran elecciones generales todos los ciudadanos tienen derecho al voto, sin que el resultado se pase por ningún filtro, no tiene sentido que los votos de la militancia, en unas elecciones primarias, se sometan a una revisión por parte del aparato. Hasta aquí mi opinión favorable sobre la celebración de elecciones primarias pero, dicho esto, la experiencia nos ha demostrado que no es oro todo lo que reluce. Me refiero a las secuelas que se derivan del enfrentamiento entre militantes del mismo partido. En democracias con larga tradición, como es el caso de EEUU, hemos visto a competidores en unas elecciones primarias pasar página a la vista del resultado y unir sus fuerzas para formar gobierno. No se trata de un enfrentamiento entre rivales políticos de distintas ideologías para gobernar con programas antagónicos, sino de compañeros con legítimas aspiraciones a presidir, en este caso, la comunidad andaluza. Gane quien gane, sería deseable aceptar al candidato que resulte ganador y evitar enfrentamientos que, en ocasiones, sólo se derivan de intereses personales.

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