Elogio de lo gris

Si se fijan en todas las nuevas obras de arquitectura en el municipio de Almería, hay un color o pulso gris

El En los arrabales de la ciudad, donde el sol termina por esconderse en la tarde invernal, cuando el frío gris hace su aparición en forma de viento que hace que los que han aparcado los coches en esos lugares se abriguen, recios vecinos, que yo quisiera saber marineros, beben la copa de anís y limón en la ventana del bar con camarero de mirada temerosa. En esos arrabales se erige un edificio de nueva arquitectura que calma las protestas de los reclamantes que día tras día se sentaban a pedir una nueva Casa del Mar. Yo no sé como se va a llamar el edificio pero recalo cerca para mirar sus pieles finales de metal gris. El gris es el color preferido de la arquitectura actual ya que aunque ustedes no lo crean, ese edificio y otros más de nueva arquitectura, de reciente planta, son arquitectura inexplicable que por más que reneguemos o aplaudamos, formará parte de la ciudad, prácticamente para siempre, o al menos para el horizonte temporal que pueden abarcar nuestros ojos. Si se fijan en todas las nuevas obras de arquitectura en el municipio de Almería, hay un color o pulso gris, o blanco, siempre teñido de gris en alguna parte, visible o invisible. El blanco, tan puro, no es lo que impera, impera un gris en todas sus tonalidades y hace destacar los edificios recientes frente a los antiguos, ocres, parduscos, envejecidos, sin arquitectura, sin piel. Los arquitectos siempre piensan en la piel, las escamas. En el nuevo edificio de la Casa de Mar, interminable como todas las obras sean arquitectura o no, como escamas se fijan planchas de metal aleatorio que asemeja (en mi imaginación) un edificio pez nuevo que envejecerá antes de nacer. El metal, la pintura, los revestimientos de mortero, todo menos la piedra envejece pronto, es presa del óxido y de la mugre no deseada y no ensayada o esperada. El alarife moderno no discute el saber de los materiales, no conoce el paso del tiempo más allá de lo efímero, del modo, del momento de la inauguración. Una vez inaugurado, una vez impresa en las rotativas de los diarios su prestancia nueva y acabada, la atmósfera y el tiempo devora a su víctima que se corroe y ensucia sin que ningún diseño o atención posterior lo remedie. Hará su función o dormirá en el letargo de las gestiones terrenales, administrativas, temporales, funcionales. El sol termina por ir y todo se funde en un gris de tarde invernal en los arrabales de la ciudad.

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