Metafóricamente hablando

Elogio sobre la lucidez

Las urnas vacías dejaron ciudades sin ley, sin gobierno, sin normas, sin policía y sin organización alguna

Sus ojos cansados miraban la ciudad con desgana. Las últimas luces del día daban una imagen fantasmagórica a los edificios, que se alzaban a uno y otro lado de la calle como gigantes inmóviles. Contempló el espectáculo de la luna llena asomando entre las ramas de las esbeltas palmeras, dando un toque exótico al paisaje. Transportada como estaba a otra dimensión, más allá de lo palpable, pronto volvió a la cruda realidad. El mundo se asomaba una vez más al abismo, y parecía que nadie tenía la fuerza ni la convicción suficiente para frenar su loca carrera hacia la nada. En el jardín reinaba un silencio abrumador, roto solo por el "cricri" chirriante de unos grillos trasnochados. Dejó sobre la mesa la novela que había estado buscando toda la tarde, Saramago, uno de sus autores favoritos, en los años 90 del siglo pasado, había narrado con claridad meridiana los acontecimientos que hoy estaban sucediendo en el mundo, de tal forma que la ficción se había convertido en rabiosa actualidad. Sus dos novelas: "Ensayo sobre la ceguera" y "Ensayo sobre la lucidez", eran tan reales en este momento histórico, que le sobrecogió "aquel dejá vu" del escritor. El Nobel luso, como un Nostradamus actual, predijo la epidemia que provocaría la ceguera de unos ciudadanos, que desorientados y aterrorizados, se encerrarían en sí mismos tratando de salvarse cada uno en un mundo hostil y caótico. Más adelante, narró la continuidad, cuando superada la epidemia y recobrada la visión, que no la lucidez, los ciudadanos decidieron rebelarse contra el orden establecido y no votar en las elecciones. Las urnas vacías dejaron ciudades sin ley, sin gobierno, sin normas, sin policía y sin organización alguna, lo que acabó de nuevo en una catástrofe, y se sintió abatida viendo reflejada en ellas la actualidad. Por un momento se distrajo con el sonido imperceptible de las cortinas movidas por la brisa, cerró los ojos y trató de analizar de forma objetiva, si la humanidad acababa de sufrir un virus biológico, o si en realidad se trataba de aquella epidemia imaginada por el Nobel, que dejaba ciegos a la mayoría de los ciudadanos. Sintió un vuelco en el corazón, como si eso ya lo hubiese vivido, el mundo se encontraba al borde de una guerra nuclear y la carrera armamentística no paraba, mientras que en los países en los que se habían celebrado elecciones democráticas, ganaban populismos que propagaban la ceguera, para asombro y enfado de miles de ciudadanos que en un alarde de "lucidez" se habían quedado en casa, dejando las urnas vacías. En la contraportada del libro, Saramago miraba fijamente un punto en el infinito, y tuvo la absoluta convicción de que en ese momento él ya conocía con precisión el alma humana y sus derivadas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios