Enseñar sin ensañarse

Nos llenan los oídos con críticas al sistema educativo y nos transmiten modelos educativos falsos

DIGO yo que a casi nadie le parecerá bien que un profesor maltrate, grite, insulte, humille o agreda a sus alumnos, ¿no? Sin embargo, en el entorno cultural nos dicen una cosa y nos programan la contraria, nos aturden con críticas al sistema educativo y, a la vez, nos retransmiten modelos educativos falsos.

Al final, o tenemos una referencia, o nos volvemos locos. La mía es, con sus luces y con sus sombras, la Roma antigua, de la que tanto podemos aprender para bien y para mal. Hoy quiero hablarles de Marco Fabio Quintiliano, nacido en la actual Calahorra (La Rioja), uno de los más grandes educadores de la Antigüedad. A él le debemos las Institutiones Oratoriae, un manual en el que, aparte de enseñar Retórica, también enseña a enseñar, que no es poca cosa, sobre todo si consideramos que, bastante tiempo antes de que él naciera, el poeta Horacio recordaba a uno de sus maestros, un tal Orbilio, al que llamaba “plagosus”, o sea, “pegón”.

Cuando Quintiliano se dedicó a la enseñanza, ya se llevaba aquello de que: “la letra con sangre entra” o, en las inmortales palabras de la serie televisiva: “la fama cuesta”. Confieso que no sigo esos absurdos programas de televisión en los que una patulea de desgraciados se enfrenta a una camarilla de expertos volcada en hacerlos sufrir, llorar, temer y estar quejosos para sacar de ellos lo que llevan dentro, sea una canción, un baile o un fumet de pescado. No los sigo porque transmiten que la excelencia nace del llanto y el dolor, luego tanto mejor será el maestro cuanto peor trate al alumno, tanto mayor el triunfo cuanto más intensa la violencia y tantos más espectadores e ingresos habrá cuanto mejor se transmita que hay que ser cruel contra quien pierde el ritmo, falla una nota o no sabe cómo hacer una reducción de Pedro Ximénez.

Piensen si les gustaría que los profesores los tratáramos así a ustedes o a sus hijos y ahora, lean algunos consejos que nos transmite Quintiliano: “no se enfade el maestro a la primera”, “sea sencillo cuando enseña”, “no conteste a una pregunta con otra”, “no sea cruel ni se ensañe al corregir porque muchos dejan de esforzarse cuando se les regaña como con odio”. ¿Prefieren el método de Orbilio o el de Quintiliano? Yo lo tengo claro. Por eso no sigo Operación Triunfo, ni Máster Chef ni barbaridades semejantes, que desprecian la profesión de enseñar cada vez que se humilla a quien sólo quiere saber

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