Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Entran moscas

Lo que verdaderamente define al 'homo wasap' es su incapacidad de distinguir entre lo público y lo privado

Casi resultó de agradecer que, después de todas las adhesiones sin fisuras de políticos y cargos públicos a la reclamación feminista que llenó las calles el pasado jueves (resultaba enternecedor verlos plegados a la voluntad popular ante semejante poder de convocatoria), pillaran al diputado de ERC en elParlament Lluís Salvadó recomendando para un puesto político de alta responsabilidad "a la que tenga las tetas más gordas". Cuidado, hablamos de todo un ex conseller, segundo de Junqueras, no de un mindundi que pasara por allí. Los que pocos días antes habían acusado a España de parecerse a Turquía tras la salida a Suiza de Anna Gabriel dijeron, como mucho, que sus declaraciones eran "inapropiadas"; pero bueno, tampoco ha habido muchas quejas nacionalistas por la sanción de 22.500 euros impuesta a Guardiola a cuenta del lacito amarillo (seguramente, decir que la Federación Británica de Fútbol se parece a Turquía ya es pasarse de la raya). Al cabo, que ERC y el nacionalismo catalán representan a la España más retrógrada y servil ya lo sabíamos; pero, insisto, hay que agradecerles ahora que nos hayan invitado a la prudencia después de que los fervientes líderes aparecieran dispuestos a batirse a codazos para salir en la foto y adjudicarse el tanto feminista. La hipocresía en esto se parece a la alitosis.

Cabe subrayar, eso sí, que a Salvadó lo cazaron en una conversación privada, en la que creía, pobre, estar a salvo de fisgones. Antiguamente, la cosa funcionaba así: de puertas afuera uno representaba el papel de hombre íntegro mientras que en su santa casa se permitía ser un Nerón si le daba la gana. Había que ser Salvador Dalí o Francisco Umbral para conducirse indistintamente lo mismo en público y en privado; la mayoría, sin tales privilegios, estaba obligada a distinguir bien entre un ámbito y el otro para no echarlo todo a perder. Se trataba de aquella vieja virtud que llamaban prudencia: con la boca abierta, siempre hay peligro de que entren moscas. A Lluís Salvadó, que hasta ahora se ha limitado a pedir perdón, le sorprendieron delatando su opinión real en un contexto a priori reservado. Y a lo mejor por esto hay que considerarlo un resistente. Un tipo de los de antes, ya ven.

Porque lo que verdaderamente define al homo wasap es su incapacidad de distinguir entre lo público y lo privado, lo general y lo particular. Ayer, que era un día de dolor por el hallazgo del cuerpo del niño Gabriel, las redes se llenaron de invocaciones a la pena de muerte, a la cadena perpetua y al racismo bastante más de lo que cualquier país podría soportar. Sin reparos. Más dolor aún.

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