Los ánimos están crispados. Probablemente nos encontremos como sociedad en el momento más complejo de a cuántos nos hemos enfrentado en democracia. Y no, no es achacable a la tensión política, puesto que esta no es más que un reflejo del pueblo. Ellos, nuestros representantes, tienen la misma tensión que respiramos todos y con la que nos atacamos con el vecino o el tendero de la tienda de debajo de casa en nuestro día a día cuando hablamos de los problemas que nos asolan. Y mostramos una actitud que es precisamente la que nos va a hacer que nos cueste salir de ellos. Parece que la autocrítica y la altura de miras brilla por su ausencia. Y, para más inri, una pandemia. Una grave crisis sanitaria que está siendo traumática y que lejos de dejar una enseñanza a nivel general, no nos está haciendo para nada escarmentar sobre cual debe ser la base para salir adelante, que no es otra que dejar a un lado lo que nos desune para potenciar lo que realmente nos interesa a todos. Sería tan fácil como cultivar y entrenar el respeto hacia los demás. Tendríamos mucho camino recorrido.

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